Editoriales

Canción mansa para un pueblo bravo (Editorial)

En la puja oficialista de la Provincia , entre el ex ministro Julián Domínguez, más papista que el Papa, y el eterno ministro Aníbal Fernández, un «destructor todoterreno» siempre al servicio de la fortuna personal.(por Jorge Augusto Avila)

Buenos Aires, 2 de agosto(caraycecaonline) La oportuna laringitis presidencial de los últimos días permitió, si bien algunos intencionadamente revivieron los versos del chileno Pablo Neruda («me gustas cuando callas/ porque estás como ausente»), advertir una vez mas la pobreza de miras de las campañas lanzadas en busca del éxito de las primarias del próximo domingo 9 de agosto. Las supuestas picardías de algunos candidatos, no son más que el obsceno ejercicio de la desmesura, en cuanto a comentarios soeces y promesas de ocasión, particularmente en la puja oficialista de la provincia de Buenos Aires, entre el ex ministro Julián Domínguez, que pretende ser más papista que el Papa, y el eterno ministro Aníbal Fernández, un «destructor todoterreno» siempre al servicio de la fortuna personal.
En el plano de aspirantes presidenciales la cuestión no es mejor, habida cuenta de la monótona prédica sciolista, algunas estrafalarias propuestas de Eslisa Carrió y Ernesto Sanz, y las módicas aunque ostensiblemente más pragmáticas proposiciones del macrismo. Esto no implica que la fuerza ganadora de la ciudad de Buenos Aires cuente con las mejores posibilidades para lograr el triunfo en las PASO, pero indudablemente, la cuestión económica a la que aluden sus candidatos como eje de campaña, ha regresado al centro de la escena institucional del país, y ello implica un renovado compromiso imprescindible como etapa previa para la normalización de la vida republicana y el mejorar ejercicio democrático. Ello es particularmente relevante en el ámbito de las economías regionales y tiene singular incidencia en los distritos del país donde el calendario electoral ha sido desdoblado y ya no se han elegido las autoridades provinciales.
Si tuviéramos que dividir al país en un esquema geográfico-económico simple y generalizador, podríamos distinguir principalmente tres ambientes o espacios económicos: los grandes centros urbanos, las periferias urbanas, y el interior rural. Los primeros se caracterizan por desarrollar principalmente actividades de servicios, algunas de alta productividad, otras menos; son beneficiados por un tipo de cambio real apreciado, en tanto esto les permite aumentar el consumo y asimilarlo al de la clase urbana globalizada; otros precios relativos son también muy importantes para establecer su nivel de consumo, como el precio de la energía y del transporte.
 El segundo espacio, la periferia urbana, también comparte estas características, pero se define por actividades de baja productividad y calificación, por el comercio al menudeo, por una muy elevada desprotección laboral, desocupación y pobreza encubierta, y un aislamiento del circuito productivo del primer espacio. Por último, el espacio rural, a su vez, podía tradicionalmente dividirse en el “espacio pampeano” y el “espacio extra-pampeano”. El primero designaba una economía de muy alta productividad por ventajas naturales, mientras el segundo comprendía realidades más complejas y una menor productividad. Hoy, el espacio pampeano se encuentra menos asociado con un lugar geográfico en concreto, y más con el empleo homogéneo de tecnología y alta productividad. En este sentido, actividades tipicamente pampeanas como el cultivo de la soja, se han expandido hasta márgenes rurales de Salta y Chaco, y provincias como Mendoza han consolidado su capacidad en productos de alto valor (vinos y uvas). Por el contrario, las economías regionales se caracterizan por una elevada heterogeneidad en su capacidad de incorporar tecnología y de ser competitivas tanto en el mercado interno como externo; sin embargo, son actividades centrales en las localidades en donde se ubican ya que absorben una considerable cantidad de empleo, por lo que merecen ser observadas con mucha más atención que la que comúnmente se les otorga.
Las condiciones heterogéneas en las que estas economías producen se suman al aumento de costos en dólares, a la capacidad en infraestructura y logística, a la apreciación del tipo de cambio real y a la presión impositiva. En muchos casos operan con condiciones de trabajo precarias, que dejan a trabajadores y pequeños productores vulnerables ante la concentración de la producción y el dominio de toda la cadena productiva por algunas pocas empresas. Algunos de estos elementos son los que revelan, a modo de una breve radiografía, las nuevas expectativas que se avecinan ante la situación compleja que atraviesan las diversas producciones regionales. En términos generales la situación es similar para las distintas actividades: unos primeros años luego de la crisis de la convertibilidad donde se recuperaron la producción, los envíos al exterior y los niveles de rentabilidad, seguidos por un período de estancamiento y rápida caída al compás del deterioro de variables macroeconómicas claves como la estabilidad de precios, la competitividad cambiaria, la presión tributaria, y las derivaciones en materia de deterioro social e institucional.
Corresponde entonces, elaborar un adecuado diagnóstico, realista en proyecciones y apasionado en ejecuciones, para no avanzar a otra era fallida de realizaciones, donde el silencio de los «corderos» no sea nuevamente el correlato del silencio oficial, ante la carencia de respuestas para una sociedad ávida de justicia y paz, solo posibles a través de la construcción cotidiana del bien común, el respeto a las instituciones y la equidad económica.(www.caraycecaonline.com.ar
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