Política

La obscenidad de la Presidenta

En 109 días, Cristina se irá a su casa. Será un alivio para una sociedad estresada por la violencia simbólica de su voz.

  Buenos Aires, 24 de agosto.(caraycecaonline)Cristina Kirchner tiene ya más pasado que futuro. Casi se diría que en términos políticos es ya inimputable: su lengua filosa puede lastimar honras y personas y hasta mentir deliberadamente, como si quien hablara por cadena nacional fuese un personaje de ficción, la diva de una saga de intrigas palaciegas, y no la máxima autoridad de la República. A esta altura, es difícil determinar quién es quién. Todo puede ocurrir cada vez que habla. Lo que no puede ya es pretender que su palabra tenga la influencia política de los días de esplendor. Alberto Pérez, el hombre de máxima confianza política de Scioli, con la cautela propia de su jefe, dijo días pasados por televisión: “Cristina gobierna hasta el 10 de diciembre; si ganamos nosotros, a partir del 10 de diciembre gobernará Daniel Scioli”.

Más allá de esa pugna interna, la última cadena nacional de la Presidenta tuvo una carga de violencia verbal preocupante. No tanto por lo que dijo, sino por cómo lo dijo. Mintió mucho, demasiado. Y más: fingió apaciguar los ánimos y pidió “bajar un cambio” en la campaña, minutos después de que denunciara que Jorge Ariel Velásquez, el joven asesinado en Jujuy, según ella no militaba en el radicalismo, sino en las filas de Milagro Sala. La cuñada de la víctima la desmintió al día siguiente. Polémica inútil: al chico lo mataron, por el motivo que fuere. Y lo cierto es que hasta anoche Crisitina no le había dado el pésame a su madre. Campaña sí, condolencias no. Además, anunció como si fuese novedad que la ANSeS tiene acciones en empresas, entre ellas en este diario, al presentar un proyecto oficial sobre el tema. Es una ley que en los 90 impulsó su amigo Cavallo (así lo llamó alguna vez) como ministro de Economía, y que obligó a las AFJP a que compraran acciones en empresas privadas. Como legisladora que fue, lo sabe muy bien. Pero repasó con sorna el nombre de cada firma y hasta de algunos empresarios, ninguno de ellos amigo del poder.

Finalmente, su tentación por el artilugio y la fabulación de los hechos quedó en claro cuando definió como “obscenidad” la actitud “de esos políticos que se disfrazan de días de lluvia para sacarse una foto en los barrios pobres” (por María Eugenia Vidal). En esta columna se recordó el martes pasado y se repite ahora: lo mismo hizo ella en la inundación de La Plata en 2013. Fue la abandera de la obscenidad, que ahora critica. Confunde con los bonos de los jubilados. Enciende la hoguera del odio político en plena campaña. También fue autocrítica, sin proponérselo: “Todos tenemos un cachito de miserables”, admitió. En sólo 109 días se irá a su casa. Será un alivio para una sociedad estresada por la violencia simbólica de la voz de la presidenta saliente.(www.caraycecaonline.com.ar)

clarin.com

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