Política

Bandera Bajada: el paraíso escondido K

Es el corazón del departamento santiagueño de Figueroa, donde Daniel Scioli ganó las primarias con el 86,72% de los votos en el escrutinio final. En ningún otro lado logró un triunfo tan abrumador.

Buenos Aires, 18 de octubre.(caraycecaonline9 Adrea Luna asoma la cabeza y mira dentro del barril de plástico celeste que tiene en el frente de su casa. «¿Esas moscas? No pasa nada», sonríe. Dos moscas de alas verdes flotan sobre el agua turbia. «El tema es que no llueve.» La última lluvia fue hace tres semanas. Eso complica su depósito de agua potable, pero a Andrea no le preocupa. Ni eso ni las vinchucas. «A la tarde siempre aparece alguna, pero no te pican.» Andrea no solo está conforme. Dice que en Bandera Bajada hoy están «rechochos».

El aljibe comunitario se llena con un camión cisterna
El aljibe comunitario se llena con un camión cisterna.Foto:Fernando Font

Hace algunos años hubo un local partidario, pero se venció el alquiler y no lo renovaron. Sólo queda una pared a mitad revocar donde todavía se lee en letras rojas «Prof. Cristian Caseres delegado municipal. Zamora 2013», un recuerdo de las últimas elecciones donde hubo acción y Caseres, profesor de gimnasia, le ganó por 95 votos al comisionado anterior, también zamorista y kirchnerista. El resultado fue entonces 1027 contra 932. Hubo sólo una opositora, Sandra Larrea, con 10 votos.

El comisionado Caseres ganó por 95 votos en 2013
El comisionado Caseres ganó por 95 votos en 2013.Foto:Fernando Font

Las causas no son ningún misterio. En Bandera Bajada todos parecen coincidir incluso en el diagnóstico: fueron claves los planes sociales, que llegaron a los rincones más recónditos, y las obras públicas.

En la zona no hay industria y la producción agrícola-ganadera es mínima. En la parte urbana muchos trabajan para el Estado. El agua escasea, a pesar de que el pueblo está a la vera del río Salado. Los pocos que tienen agua corriente que sale de la planta potabilizadora saben que no es recomendable tomarla.

Son las 14 y el sol pega fuerte. Andrea, de cachetes colorados y todavía sin canas, le dice algo en quechua a Alcides, uno de sus 10 hijos. Que le traiga de adentro la manta marrón. La escena es una postal santiagueña: dos perros duermen la siesta a la sombra de un algarrobo y las gallinas caminan por el piso de la casa, que no tiene puerta.

El fútbol, una atracción infaltable en Bandera Bajada
El fútbol, una atracción infaltable en Bandera Bajada.Foto:Fernando Font

Andrea es tejedora, la delegada de los artesanos en una asociación de campesinos. Tejer la manta le llevó seis meses de jornadas de ocho horas y dice que no puede cobrarla menos de $ 3000, pero que no tiene a quién vendérsela. Que las otras tejedoras están dejando el oficio. «No hay una casa que no tenga un sueldo de la Nación. Con los planes se malacostumbra la gente, pero estábamos tan mal… Ahora tenemos que aprovechar». Cuenta que cobra $ 3800 por plan de más de siete hijos, que levantó su casa con el Proinder (un proyecto para el desarrollo de pequeños productores agropecuarios), que cría chanchos gracias al Manos a la Obra y que a la organización que integra, Kirchner le dio un tractor.

Sandra Larrea, después de perder con aquellos diez votos, ahora trabaja con Pro. Coincide en las causas del triunfo kirchnerista, pero dice, además, que este año las urnas fueron «tacuchadas» (rellenadas), porque es imposible que con el diluvio que hubo el día de las elecciones haya votado cerca de la mitad del padrón.

La raleada oposición santiagueña dice que hubo fraude, pero no lo denuncia. «No tiene sentido. Es ir a denunciar ante ellos mismos, que controlan todo: los tres poderes y la prensa», se queja el intendente de Pinto, Emilio Rached, desde el Sur, en la otra punta de la provincia. Él se hizo famoso a nivel nacional cuando rompió con Zamora y votó en el Congreso en contra de las retenciones al agro. «Acá tienen la suma del poder público perfecto, más que en Formosa, porque acá no hay ni un legislador nacional que no sea oficialista», dice.

La obra pública más grande en la región fue la reconstrucción de una represa muy cerca de Bandera Bajada (antes Dique Figueroa, hoy, Néstor Kirchner), que costó $ 370 millones, según anunció la Presidenta cuando la inauguró, en 2011. El agua está ahí, pero faltan canales y no reactivó la producción. «El agua pasa, pero no la podemos sacar, no tenemos compuertas», dice Luis Mansilla, vicepresidente de Dufinoc (Delegados Unidos de Figueroa Norte Once Comunidades), la misma asociación que integra Andrea. Está en el galpón que comparten, donde hay una pala mecánica estacionada que tiene arriba una goma de tractor y parece llevar tiempo sin moverse. Luis va a buscar sillas para el sábado, para la fiesta del Club Atlético Juventud Unida de Bandera Bajada. Cara curtida bajo una gorra Nike, dice que tiene poco trabajo y va tirando. «Es viejo y no tiene plan, debe ser el único del pueblo», se ríe uno de los chicos que apila con él las sillas de madera para cargar en la camioneta.

En el departamento de Figueroa, que según el censo de 2010 tenía 17.820 habitantes, cerca de 2000 personas cobran pensiones de discapacidad; muchos, con certificados falsos de Chagas. En Bandera Bajada todos conocen la trampa. Marcia Acuña y Jesica Almaraz son las que ocupan de asistencia social en la Comisión Municipal (Bandera Bajada no tiene estatus de municipio). En un cuaderno Gloria tienen los números. Se pagan más de 1000 pensiones por Chagas en todo Figueroa. Cobra cada uno $ 2700 por mes. «Hay familias completas que cobran pensión. Hay médicos que están vendiendo los estudios», cuenta Marcia. Dice que en la última renovación hubo más vigilancia y el 80% de las pensiones fueron rebotadas. Tal era el descontrol que el gobierno nacional decidió que se iban a autorizar en la zona un máximo de diez nuevas pensiones de discapacidad por mes, admite el comisionado Caseres.

Antes de ser el jefe político de Bandera Bajada, él era conocido en el pueblo por ser el profesor de educación física del colegio y de cinco escuelas rurales. De cuna peronista, dice que no es justicialista ni radical. Su lealtad es con Zamora.

La Comisión Municipal es uno de los edificios más llamativos del pueblo. Está pintado de rojo y queda al final de una de las 10 cuadras pavimentadas. Adornan la oficina de Caseres una foto del Papa Francisco frente a una imagen del Gauchito Gil de unos 15 centímetros. «Me lo regalaron. Fue una promesa de la gente que me acompañó para que ganara», se encoge de hombros.

Este edificio fue lo primero que arregló cuando asumió, hace casi dos años. En su campaña se comprometió a gestionar fondos para ampliar la red de luz, tramitar plantas potabilizadoras de agua y erradicar las casas rancho (reconoce que quedan cientos). También prometió arreglar la plaza del pueblo. La plaza es una manzana descampada con unos pocos árboles salvajes de espinas y un mástil sin bandera. Ni siquiera tiene nombre. Lleva medio mandato y la obra todavía no empezó. Están estudiando cómo hacerlo. Sin apuro.

El agua, tema excluyente

«Ah», dice Caseres sin sorpresa cuando se entera de que su departamento fue récord de votos kirchneristas. Nadie lo llamó para felicitarlo. «Figueroa goza de los beneficios nacionales, muchas pensiones de discapacidad y madres de siete hijos, y ese creo que es de los principales motivos del resultado», explica. «Eso y las obras importantes. Además, fuimos una máquina estando con la gente.» Figueroa, cuenta Caseres, fue catalogado como uno de los departamentos con más necesidades básicas insatisfechas.

El agua, por exceso o por defecto, siempre fue un tema. Esta región se pobló hace menos de 100 años con los constructores del dique Figueroa. Bandera Bajada se llama así porque había canales que crecían y hacían imposible el paso. Por eso, los que vivían del otro lado del canal tenían una bandera. Cuando estaba baja, era una buena señal: significaba de que se podía cruzar.

Tan salitroso es el suelo que en algunas zonas es blanco. «No es fácil, pero fue el departamento que más exportaba algodón, por eso queremos que vuelva a producir, volver a la cultura del trabajo», afirma Caseres. No es muy ambicioso: dice que habrá que trabajar con las próximas generaciones.

Pero si algo funciona en Bandera Bajada es la vida social. Son furor las fiestas patronales, los cumpleaños de los clubes, las noches de boliche, las carreras cuadreras y sobre todo, el futbol.

Caseres va camino a la cancha de Juventud Unida, donde ya empezaron los festejos que van a durar dos días. Partidos durante toda la tarde; baile a la noche.

«Gooooool.» El rugido quiebra el silencio agobiante de la tarde de Bandera Bajada. La plaza está desierta. El club, enfrente, tapó con lona blanca su alambre perimetral para que todos paguen los $ 30 de entrada, pero por los gritos el gol fue de los locales. Hoy se disputan nueve partidos: 18 equipos ponen $ 4000 cada uno y juegan un solo mano a mano. Si ganan se llevan los 4000 del contrario.

La temperatura es ideal. Entre 15 y 20 grados. Frío para Bandera Bajada (calor acá son 60 de sensación térmica). Junto a la cancha, la banda Supay Iapachu suena como una letanía. Lo escuchan los pocos parroquianos que no se agolpan contra la línea de cal, todos hombres. Las mujeres llegarán para el baile.

A unas pocas cuadras, el cura del pueblo, Claudio Gallardo, mira CNN en un viejo televisor con antenas en V y rayas que atraviesan la pantalla. Le golpea la puerta de la casa parroquial -donde también se junta el agua de los techos- una chica que quiere saber si mañana habrá misa porque quieren bautizar a su sobrina. Insiste. Quiere volver con una respuesta. «No sabemos todavía. Escuchá la radio», le contesta el cura. La radio es la FM Creativa, que depende de la parroquia. La organizó el padre Sergio Marinelli, un cura italiano que es un prócer para Bandera Bajada. A él se le adjudica haber conseguido con Zamora, de quien se hizo amigo, la ruta que une al pueblo con la capital provincial, que queda a 110 kilómetros.

«Acá en la zona se hicieron muchas obras, ya no hay más escuelas rancho por ejemplo», dice Gallardo. Según él, sin embargo, no hay mucha convicción política. «Se maneja el voto por el colchón, la mercadería, las chapas. La gente no tiene problema de cambiar y lo mismo con la religión: hay muchos católicos con los evangélicos. Buscan la solución mágica a sus problemas», se lamenta.

Para Daniel Fabrini, que no es de acá, lo que define el voto es el agua. Lo dice agrandado: él es el chofer del camión cisterna de 8000 litros que está llenando un aljibe comunitario junto a un camino de tierra. «Los comisionados ganan por el agua. Acá no es por el bolsín», dice, acodado en el gran pozo con paredes de ladrillos, en el medio del campo. Pantalón azul y camisa marrón de trabajo, lleva 20 minutos descargando su camión con una manguera amarilla. Todavía le falta a una comunidad más, Quebrachal, a 30 kilómetros por un camino que no es «ni siquiera de ripio».

«Lo sucio es el aljibe, el agua está potabilizada», aclara. El dique Néstor Kirchner está cerca, pero no alimenta directamente los poblados vecinos. Desde allí trajo el agua, en principio destinada a animales y siembra. «Cuando no llueve y no hay otra cosa, la gente la toma igual.» Daniel habla como si además de transportar el agua la fabricara. «Y pensar que después tengo que pasar por las casas pidiendo agua para el mate», sonríe.

Estos aljibes comunitarios son usados sobre todo por aquellos que tienen techo de paja. Por los de chapa, el agua cae hasta una canaleta, que conecta en la punta con un tubo que la baja hasta un barril, balde o aljibe. Como en lo de Andrea, se hace durar ahí por semanas. Hasta la próxima lluvia. Que llegará sin apuro.(www.caraycecaonline.com.ar9

 

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