Editoriales

La hora de la verdad

En los momentos de mayor exigencia sobreviene la lucidez de la pasión y nuestro espíritu es interpelado por la moral de los acontecimientos.

 

Buenos Aires, 21 de noviembre.(caraycecaonline) En los momentos de mayor exigencia sobreviene la lucidez de la pasión y nuestro espíritu es interpelado por la moral de los acontecimientos. Estamos ante la definición de la elección presidencial en un balotaje inédito donde pasado y presente se funden para dejar atrás un ciclo de decadencia e iniciar un nuevo camino de ventura y promisión. (por Jorge Avila)

La escena política nacional llega al final de una extensa campaña electoral que ha mostrado una incesante demanda de cambios por parte de la ciudadanía. Una ciudadanía  que evidenció su firme voluntad de cerrar una etapa degradante para las instituciones del país, pero esencialmente agraviante para la sociedad civil, avasallada por la prepotencia y cinismo de avariciosos pregoneros de la claudiciación que tomaron de rehén los más altos valores nacionales, para sacrificarlos en el altar de las ambiciones personales. Los oscuros personajes originados en el ignoto «grupo Calafate», furgón de cola del fallido proyecto del senador presidencial Eduardo Duhalde, acompañados por oportunistas y traficantes de consignas, irrumpieron en el poder tras devenir kirchneristas. Aglutinados por la sociedad comercial santacruceña integrada por Néstor y Cristina Kirchner, junto a jardineros, choferes y amanuenses de toda laya, tomaron de botín al Estado para enriquecerse sin límite ni ley, a costa de las instituciones y los proyectos del país, pero especialmente de los sueños y las esperanzas de todos nosotros, los argentinos.

El 25 de octubre marcó un hito, mostró que más allá de los engaños, las maniobras y las vilezas el horizonte de la Patria es el futuro, no el pasado. El poyecto de «Cambiemos» recibió el apoyo del voto popular para sentar las bases de un desarrollo sostenible con inclusión social, hambre cero y oportunidades para todos. Al restablecer la confianza y brindar un marco de seguridad jurídica, las inversiones generarán crecimiento y creación genuina de empleos.

La meta de sus iniciativas no será negociar beneficios sectoriales, sino la solución de los problemas estructurales del país,  pensando en la próxima generación y no en la próxima elección y no haciendo vivir a la sociedad en campaña permanente.

Esa actitud es la contracara del pragmatismo inescrupuloso, que se agotó en un puro presente desechando en las necesidades políticas inmediatas la solidez del porvenir. Invertir, de la misma forma que ahorrar en el plano personal o familiar, es la única manera de alcanzar cambios duraderos, que modifiquen significativamente la calidad de vida de los ciudadanos.

Es ahora el turno de unir a los argentinos en torno de un proyecto común. No se trata de imponer ningún relato ni un pensamiento único. La democracia es la unidad en la diversidad. El pluralismo nos enriquece. «Cambiemos» es la alternativa al empobrecedor personalismo del gobierno actual, que ha confundido el Estado con el patrimonio familiar. Cuando se sustituye el caudillismo por el imperio de la ley, todos se sienten partícipes de la empresa común. La gestión Mauricio Macri en la ciudad de Buenos Aires, enriquecida por el aporte parlamentario de sus aliados, es un dato relevante de capacidad de gobierno.

Las obras de infraestructura que terminaron con las inundaciones, el énfasis en el espacio público, la promoción del sur, el irrestricto respeto a la independencia judicial, entre otras cosas, son el mejor aval con para alcanzar la presidencia.

Asimismo, la coalición demostró que tiene la grandeza y la habilidad política de construir consensos parlamentarios, ya que debió gobernar en el distrito sin tener la mayoría en la Legislatura porteña.

Esos son solo algunos de los motivos que impulsan el voto ciudadano, cuya tendencia quedó explicita en la jornada cívica donde la voluntad popular forzó el balotaje. Como nunca, desde el inicio de la democracia en 1983, se abre una oportunidad histórica para ceñir el rumbo del país a un destino de grandeza que los serviles y cipayos han buscado escatimarnos desde nuestro nacimiento como Nación. Estuvimos cerca del abismo. Llega el tiempo de trabajar con esperanza para hacer de la Argentina la comunidad organizada y productiva que puede ser si deponemos por una vez nuestras absurdas disputas personales. El relato que nos divide queda atrás. Se alza al fin la voz de un pueblo sin cadenas que a través de las herramientas de la democracia retoma el camino de la justicia social, la soberanía política e independencia económica, en el marco de la convivencia en paz social, con respeto a los derechos civiles y las instituciones de la República. (www.caraycecaonline.com.ar)

 

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