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La verdad desnuda

Presidente Mauricio Macri habla ante el Congreso

Lo primero que dijo Macri en su discurso es la clave de bóveda del nuevo edificio a construir: «La Argentina que viene es el país del acuerdo». Reiteró tres grandes objetivos: pobreza cero, lucha contra el narcotráfico y unir a los argentinos. (por Jorge Avila )

Buenos Aires, 4 de marzo.(caraycecaonline) Las miserias se niegan a rendirse, y es necesario  recomenzar a diario construir el porvenir desde la bóveda. Una síntesis ajustada del discurso inaugural de las sesiones en el Congreso de la Nación, reflejan esa búsqueda, todavia inconclusa pero ineludible de certezas y proyectos.

Sin duda, la semana ha dejado una riada de hechos que hasta hace poco parecian distantes de la realidad nacional. En el comienzo bisiesto se agitaban todavía las agitadas aguas del encuentro en Roma, pero ya se avizoraba un nuevo tiempo en vísperas del inicio de las sesiones parlamentarias.

El discurso del presidente Mauricio Macri en la apertura del 134º período de sesiones ordinarias del Congreso de la Nación puede constituir uno de los hitos institucionales trascendentes para la recuperación de una nueva etapa que se inicia en la difícil transición de la democracia en nuestro país, luego de la crisis de comienzos de siglo y la entronización del kirchnerismo.

La exposición presidencial fue clara y contundente. En 63 minutos describió la situación de la Argentina al momento de asumir el poder, hace solo poco más de dos meses, y planteó las grandes líneas que signarán su gestión. Dedicó media hora al diagnóstico y la siguiente media hora a las propuestas.

Sin titubeos, señaló que el anterior gobierno había borrado las fronteras entre la verdad y la fantasía. Se había debatido en los días previos si era conveniente que el primer magistrado se refiriera a la «herencia recibida». Macri despejó toda duda con palabras precisas y categóricas. Era lo que la mayoría de la sociedad esperaba.

Por un lado, se trata de un deber constitucional, ya que la Constitución Nacional establece que, en la inauguración de las sesiones ordinarias, el presidente debe dar cuenta del estado de la Nación (CN, art. 99, inc. 8º). Por otra parte, los ciudadanos necesitamos conocer con el mayor detalle ese estado, porque así podremos comprender el sentido y las limitaciones de las acciones del gobierno para revertirlo. En ese contexto, entre otras cosas, Macri destacó que nunca se pagaron tantos impuestos ni creció tanto el gasto y, sin embargo, el Estado está desquiciado y no cumple mínimamente sus prestaciones.

La educación, dijo, se halla en un estado desastroso. Sin exigencia, sin méritos, sin evaluaciones. Es decir, sin fomentar la igualdad de oportunidades.

Igual situación encontramos en el área de la salud pública, como fruto de la desidia y la corrupción, agregó. La infraestructura se halla completamente atrasada. En materia energética, se perdieron reservas y se importó sin control alguno. Los cortes de luz se cuadruplicaron. Hay costos de la electricidad muy por debajo de su precio. Se perjudicó al interior. En materia de transporte vial y ferroviario, expresó con cifras elocuentes el enorme deterioro. Todo ello derivó en una falta de competitividad de la Argentina, que es la causa última de la pobreza y la decadencia.

Se comprometió, además, a dar todos los datos, área por área, para que los argentinos sepan cómo estaba el país en diciembre de 2015. Luego, trazó el rumbo. Lo primero que dijo es la clave de bóveda del nuevo edificio que debemos construir: «La Argentina que viene es el país del acuerdo». Reiteró tres grandes objetivos: pobreza cero, lucha contra el narcotráfico y unir a los argentinos.

“La inflación existe porque el gobierno anterior la promovió», dijo sin ambages. Sostuvo que la inflación ha estado alta por la inercia y la irresponsabilidad de la gestión kirchnerista, que nos condujo a tener hoy un deficit superior al 7 por ciento del PBI, uno de los más altos de su historia.

“No seremos matones como algunos lo fueron”, señaló al decir que se controlará la defensa de la competencia. Planteó como prioritaria la reinserción argentina en el mundo. Como ejemplo, dijo que el diálogo con Gran Bretaña no implica una renuncia a nuestros derechos sobre las Malvinas.

El mayor desafío es unir a los argentinos en esta búsqueda colectiva. No saldremos de la cultura del enfrentamiento con venganza. Los medios públicos serán pluralistas, no espacios de difusión de las ideas del gobierno. Llamó a no tener miedo a la transformación, para lo cual planteó una agenda de futuro. En ella, puso énfasis en la necesidad de aprobar compromisos internacionales para combatir el cambio climático. En ese marco, también llamó a una revolución educativa, con obligatoriedad a partir de los 3 años. Propondrá, asimismo, reformas profundas a la justicia, con modificaciones a las leyes del Ministerio Público y del Consejo de la Magistratura. Por último, remarcó la cultura del trabajo y del esfuerzo. Debemos construir puentes, escuchar todas las críticas y no mentir.

El giro que está dando la Argentina es copernicano. Algunos diputados camporistas quisieron ganar algún protagonismo gritando e interrumpiendo al presidente. Este, con calma, les pidió que respetaran el voto del pueblo. Sin capacidad de respuesta, no lograron reaccionar ante esa certera estocada, y metieron violín en bolsa. No hicieron falta otros gritos, ni apelaciones histéricas o patoteriles. Dejó un mensaje de esperanza. Ni la corrupción ni la pobreza son rasgos estructurales de la Argentina. Pueden cambiar.

Debe consignarse la afirmación de un nuevo estilo. Su discurso del 10 de diciembre pasado había sido breve, centrado en la mención de sus tres objetivos prioritarios y en una convocatoria al encuentro de todos los argentinos. En el del 1º de marzo, Macri, esbozó un articulado plan de gobierno cuya concreción queda supeditada a la consagración de nuevas mayorías.

Los primeros efectos del cambio, no tardaron en apreciarse. El dictámen del fiscal Ricardo Sáenz determinando que la muerte de Alberto Nisman fue un homicidio, no tardo en corroborarse con las declaraciones del espía Horacio Antonio Stiuso, y de su ex jefe, Oscar Parrilli. El edificio de la mentira sobre el mayor crimen de Estado de los últimos tiempos en nuestro país comienza a derrumbarse. También las ofuscados arrebatos economicistas de los monjes negros del cristinismo, que caen sin pudor ante los avances en las soluciones alcanzadas por los nuevos funcionarios en las disputas que traban el desarrollo del país. Es momento de decisiones y nadie puede quedar indiferente. La corrupción, los engaños y la decadencia, pueden derrotarse. No será tarea sencilla, pero la realidad no espera, ni acepta concesiones.(www.caraycecaonline.com.ar)

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