Octubre se presenta como una bisagra para el conflicto social, donde habrá que mostrar capacidad, sensatez y sentimientos para defender un proyecto de Nación que se eleve sobre las disidencias, las protestas y los gritos destemplados, para consolidar un país que abandone la decadencia recurrente y los fracasos (por Jorge Avila)
Buenos Aires, 10 de setiembre.(caraycecaonline) Es tiempo de dejar la recurrente revisión de los desastres kirchneristas, y la pesada herencia recibida. Ya no hay beneficio de inventario, y si confianza en el accionar de la Justicia, además del creciente rol parlamentario para subir la apuesta de la calidad institucional. Han pasado nueve meses de gestión del nuevo gobierno y es oportuno un breve balance de esta transición, para advertir los frutos cosechados. Sin duda, la reiteración de internas de gabinete impiden proyectar varios de los logros alcanzados. En el campo económico, la solución a la deuda externa, la estabilidad del dólar y las mejoras en el clima de negocios, se ven opacadas por las crecientes disidencias entre el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay, y el titular del Banco Central de la República, Adolfo Sturzenegger. A tal punto que el propio presidente debe laudar en público para sofocar disputas. No obstante que la inflación comienza a ceder, y se advierte un panorama mejor en los indicadores para el resto del año. Sin embargo, los funcionarios económicos no parecen advertir que sus pujas son uno de los motivos que retrasan la llegada de mayores inversiones externas directas, un rubro donde la nueva gestión busca apoyarse para reactivar la economía nacional.
Tampoco es razonable que la deuda interna y las políticas sociales sean sospechadas por los manejos de una fundación ligada a la vicepresidente Gabriela Michetti, que se presenta a las principales jornadas del tercer sector, alegando que sus contadores desconocían que debían presentar balances al mismo tiempo en AFIP y la Inspección General de Justicia (IGJ). Son flaquezas donde debe existir transparencia y orden.
Mucho menos que la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, se enrede en una pelea con el suspendido director de la Aduana, Juan José Gómez Centurión, por unos toneles de pseudoefedrina hallados en Ezeiza, porque lo central es que han comenzado a registrarse los primeros avances respecto a desenmascarar la complicidad del narcotráfico con la anterior gestión. Ni que el ministro de Energía y Minería, Juan José Aranguren, siga siendo accionista de «Shell» mientras se inicia el período más arduo del ajuste de tarifas de gas con la realización de audiencias públicas.
Así, uno de los déficit que se exhiben en este lapso, es la falta de alineamiento colaborativo por parte de los distintos sectores de la coalición gobernante. Ello obliga a una exposición frecuente y desgastante de Mauricio Macri.. Las recientes reuniones y presentaciones de Cambiemos en distintos distritos del país, evidencia que se ha tomado conciencia de la cuestión, y se busca reordenar el espacio político propio para asumir con coherencia el renovado desafío de las urnas el próximo año.
Es saludable que la sociedad no sufra una suerte de «síndrome de Estocolmo» respecto al kirchnerismo, y todo indica que tras la derrota del año pasado se encamina hacia el ocaso definitivo. A la vez, los «renovadores» peronistas se siguen pasando cuentas, y ni Massa ni Urtubey parecen amenazas en los futuros comicios. Sin embargo, sería oportuno que el gobierno activara mecanismos para refrescar los logros alcanzados. Que no son menores. Se ha saneado la economía, con costos, pero también con esfuerzos que han generado un nuevo escenario social, con mayor compromiso sobre las demandas en políticas públicas. La Justicia acciona sin presiones de otros poderes y avanza en causas que parecían condenadas al archivo, como el caso Nisman, la tragedia de Once y el desfalco del erario público por parte de un hato de funcionarios saqueadores comandados por Cristina Kirchner y su extinto esposo. El Congreso, trabajosamente, ha recuperado su rol de formulador de propuestas superadoras y el nuevo «corpus» normativo muestra perspectivas de modernización para una sociedad ávida de reglas claras.
Octubre se presenta como una bisagra para el conflicto social, donde habrá que mostrar capacidad, sensatez y sentimientos para defender un proyecto de Nación que se eleve sobre las disidencias, las protestas y los gritos destemplados, para consolidar un país que abandone la decadencia recurrente y los fracasos. Esto, no es responsabilidad exclusiva del Gobierno nacional, sino también de los dirigentes políticos, sociales, sindicales y empresarios. Se pueden corregir fallas, pero solo desde una actitud constructiva y solidaria será posible alcanzar una patria mejor para todos. (www.caraycecaonline.com.ar)