La influencia de Francisco en la política internacional es en tal sentido, esencial para que finalmente la Argentina logre recuperar su espacio como interprete de un consenso hacia el progreso de iniciativas humanitarias y antibélicas, perdido desde comienzos del siglo XX cuando Carlos Saavedra Lamas fue el primer latinoamericano galardonado con el premio Nobel de la Paz. (Por Jorge Avila)
Buenos Aires. 15 de octubre.(caraycecaonline) El encuentro en Roma del Papa Francisco y el presidente Mauricio Macri, devino finalmente en un ansiado diálogo entre la fé y las convicciones terrenales para alcanzar objetivos concretos en los problemas más acuciantes de nuestra sociedad. Sin intermediarios, ni «interpretes», sin prejucios ni especulaciones baratas de aquellos que han lucrado con las miserias cotidianas dejando estragos en el horizonte nacional.
Luego de la experiencia de febrero, las especulaciones sobre la nueva reunión entre Francisco y Macri, alertaban sobre ejes concurrentes vinculados a preocupaciones comunes, y los disensos que se fueron manifestando desde el arco mas papista que el Papa, donde se refugia el kirchnerismo residual disfrazado de peronismo progresista y militancia católica tercermundista. Pocos repararon en la ardua y eficaz tarea del embajador en el Vaticano, Rogelio Pfirter (ex alumno de Jorge Bergoglio en Santa Fé), tras el gélido recibimiento del pontifice al flamante presidente argentino a tres meses de asumir. El experimentado diplomático logró establecer una línea directa e institucional con Francisco, que fue morigerando la influencia del Canciller Pontificio Marcelo Sánchez Sorondo y el ex embajador Eduardo Valdés, de marcada hostilidad a la gestión poskirchnerista. Con gestos sutiles pero eficaces, los argumentos de los interpretadores papales de la calaña de Alejadro Vera (legislador porteño y regente de la cooperativa «La Alameda» denunciada ante Afip por no realizar aportes a sus trabajadores), y el implume Juan Grabois, agitador obsecuente del cursillismo asistencialista, entre otros, pasaron a un segundo plano ante las nuevas perspectivas que el Vaticano comenzó a analizar con la sapiencia milenaria de la Iglesia. ¿ Es Macri el hijo millonario que llegó al poder para gobernar para los ricos ?. ¿ Puede la casa Santa Marta ser la nueva «Puerta de Hierro» para los malheridos peronistas, que buscan recuperar el gobierno luego de la más terribles experiencia política de la etapa democrática recuperada en 1983 ?. A nadie escapa que la influencia de los Papas en la historia contemporánea ha sido decisiva para sus paises de origen. Lo fue a través de Angelo Roncalli (Juan XXIII) y Giovanni Montini (Paulo VI) para la Italia de posguerra en el acuerdo que permitió la recuperación institucional a través del consenso republicano encabezado por la Democracia Cristiana, trágicamente concluso con el crímen de Aldo Moro. También con Karol Wojtyla (Juan Pablo II), actor vital en el derrumbe del imperio soviético y la entronización del líder del sindicato Solidaridad, Lech Walesa, en la máxima investidura de su país, Polonia. ¿ Porqué , el activo y comprometido Jorge Bergoglio no jugaría su influyente rol como líder ecuménico para incidir sobre la política nacional ?.
La esperada cita romana, parece ser el comienzo de un díalogo inédito que puede redundar en una nueva visión sobre los roles institucionales de Iglesia y Estado en nuestro país. La influencia de Francisco en la política internacional es en tal sentido, esencial para que finalmente la Argentina logre recuperar su espacio como interprete de un consenso hacia el progreso de iniciativas humanitarias y antibélicas, perdido desde comienzos del siglo XX cuando Carlos Saavedra Lamas fue el primer latinoamericano galardonado con el premio Nobel de la Paz.
La tarea de Macri es ahora, encauzar definitivamente su gobierno hacia los objetivos trazados, derrotar la pobreza, vencer al narcotráfico y unir a los argentinos. La tarea no es sencilla.
Un debate muy común en el análisis de la política económica es el que se plantea en términos de cuál es el factor dominante a la hora de tomar las decisiones. Si se tienen en cuenta sólo criterios económicos, de eficiencia y de consistencia en el alcance de los objetivos económicos se corre el riesgo de no llegar a cumplirlos debido a los problemas de gobernabilidad que surgen al dejar de lado el importante rol de las negociaciones políticas. Si, por el contrario, la política se impone a la economía focalizando todo el accionar en el objetivo de mantener la gobernabilidad, el riesgo es olvidarse de los objetivos económicos, posponer las correcciones necesarias y terminar en una crisis que, obviamente, erosiona la gobernabilidad. Claro está que lo óptimo es mantener un equilibrio justo entre la racionalidad económica y las negociaciones políticas para lograr ambos objetivos: llevar a cabo las correcciones económicas necesarias y mantener la gobernabilidad y el apoyo político. Si esto se logra, ambos objetivos tendrán mayores chances de ser alcanzados en conjunto.
Los apoyos eclesiásticos que el gobierno ha logrado ante las renovadas exigencias sectoriales, parecen corroborar un cambio vaticano al respecto. Mientras tanto, la plaza San Pedro será escenario de un nuevo 17 de octubre, encabezado por Fernando Ezequiel Solanas, que ofrecerá a Francisco sus «laudatos» deshilachados como legado peronista de lealtad. Casi una pleagaria a un dios inexistente.(www.caraycecaonline.com.ar)