(por Jorge Avila)
Buenos Aires, 12 de noviembre.(caraycecaonline)Mientras todavía los polifacéticos analistas, politólogos y especialistas en política internacional buscan dar explicaciones tras la victoria de Donald Trump en las elecciones estadounidenses, luego de haber casi consagrado previamente, salvo honrosas excepciones, a la candidata demócrata Hillary Clinton, el mundo sigue andando.
En nuestro país, más allá del escandaloso viaje de «observación» a los comicios yanquis de más de trescientos diputados y senadores, muchos con los pasajes financiados por empresas estadounidenses, la semana quedó impregnada por ese aire provinciano que suele caracterizarnos al interpretar las relaciones con la mayor potencia de Occidente. Se escucharon explicaciones ramplonas, simplistas e incluso absurdas. Lo primero es respetar la voluntad de los estadounidenses expresada claramente en las urnas. No descalificar el voto mayoritario porque fue contrario a nuestras preferencias o, intereses.
Se podría haber esperado un poco más de profesionalismo y prudencia, en los días previos, por parte de la canciller Susana Malcorra, del embajador y protocandidato a jefe de gobierno porteño, Martín Lousteau y en general de la dirigencia política, económica y social. Pero, parece que todos están acostumbrados a seguir los reflejos bienpensantes, por propia conveniencia e instinto de conservación. Esta vez falló. ¿ Y ahora qué ?.
El resultado de la elección presidencial de los Estados Unidos fue denominado por muchos como un suceso “cisne negro” en referencia a la teoría que explica la ocurrencia de hechos extraños, inesperados o que resultan difíciles de explicar. Si bien es cierto que ninguna encuesta anticipaba la victoria de Trump, algunos análisis más holísticos identificaban un patrón común en varios hechos que vienen ocurriendo hace algún tiempo en distintas partes del mundo. La decisión del Brexit y el avance de distintos movimientos, partidos o líderes “anti-sistema” en Europa,tanto de derecha como de izquierda, configuran un escenario de cambio en el mundo. El candidato outsider del partido republicano hizo toda su campaña en base al relanzamiento del nacionalismo estadounidense, el rechazo a la inmigración masiva y la crítica a los peligros de la globalización y el libre comercio. Focalizó en la agenda económica, Trump centró sus promesas en lograr un incremento en la débil tasa de crecimiento que muestra Estados Unidos desde la crisis de 2008 y la consecuente generación de millones de puestos de trabajo que esto provocaría. Estos dos objetivos los lograría, según el republicano, en base a la política fiscal y comercial. En lo fiscal, prometió la mayor rebaja de impuestos desde la presidencia de Reagan. Esto implica principalmente reducciones de impuestos al segmento de la población más rica y a la clase media, junto con una reducción del impuesto a las empresas y un incremento del gasto militar y en infraestructura. Es decir, rebaja sustantiva de impuestos, incremento del gasto y reducción de la deuda. Una combinación basada en un crecimiento económico de tal magnitud que lograría incrementar la recaudación con menores alícuotas.
Como impactará esta nueva perspectiva en las estrategias económicas y comerciales del país, es aún una incógnita. Pero resulta interesante advertir como ha sido la evolución desde el cambio de gobierno y bajo la administración de Barack Obama.
Un trabajo del Ieral de la Fundación Mediterránea analiza el impacto del triunfo del republicano en las economías regionales argentinas. En ese sentido se recuerda que en los primeros nueves meses de 2016, el 7% de las exportaciones de Argentina se dirigieron hacia Estados Unidos. Un escenario de mayor dificultad de acceso a ese mercado tendría un impacto asimétrico entre sectores agroindustriales y economías regionales. Evaluando la situación de 17 cadenas agroindustriales, se encuentra que la dependencia al mercado de Estados Unidos es alta en los siguientes casos: Biodiesel de soja (89% de los volúmenes enviados en lo que va de 2016); Arándanos (55%); Infusiones, té básicamente (54%); productos de la cadena olivícola (44%); de la cadena vitivinícola (29%); frutas de pepita (18%), productos de la foresto industria (10%); azúcar (10%). Además, en varios de estos casos, la importancia de USA crece cuando se miden las exportaciones en valores monetarios. Adicionalmente, se observa que la mayoría de estas producciones regionales de alta dependencia de EEUU, con excepción de los arándanos, sufren un flojo 2016. Retrocesos en las exportaciones de vinos, infusiones, frutas de pepita, de productos de la olivicultura, de la foresto industria. En estos casos, el “Efecto Trump” agrega una dosis de incertidumbre a sectores que ya enfrentan dificultades para sostener sus envíos al mundo, más allá de las simpatías demócratas.
El mandato de Trump, que se inicia el próximo 20 de enero, no debe ser advertido sólo como una amenaza para la consolidación de Argentina como potencia agroindustrial a nivel mundial. Por el contrario, la ardua transición que se inicia en los Estados Unidos, implica una nueva oportunidad para restablecer definitivamente al país como un referente global. La esperanza debe ser sustentada con hechos concretos, y en eso reside el desafío del nuevo tiempo para el gobierno de Macri y los dirigentes de todos los estamentos. No repetir errores, y consolidar un manejo institucional prudente resultará, en tal sentido, esencial. La realidad, no es producto sólo del deseo.(www.caraycecaonline.com.ar)