Cultura

Buscaba un pecho fraterno – 65 años que murió Discepolín

Un espíritu casi irreconciliable dividía a los argentinos. Campeaba un espíritu tan intolerante que no “bancó” a este flaco narigón que no quería los “clishes” de una cultura que ya estaba a contramano de la Historia.Esa misma Historia que nunca más pudo soslayar su obra, que sigue viva en canto de su pueblo».

Buenos Aires, 23 de diciembre. (caraycecaonline por Roberto Muñoz) Pasó la niñez en una casa humilde de la calle Paso en el barrio porteño de Once. Quedó huérfano siendo un chico. Y a los 16 años fue su primera actuación teatral. Un año después escribió su primera obra de teatro: Los duendes. Fue en colaboración con Mario Folco. Siguieron “El señor cura” y “Día feriado”. Pero sus letras se deslizaron luego hacia el dos por cuatro. “El tango es un pensamiento triste que hasta se puede bailar” solía decir Y pintó como ningún otro la angustia de las generaciones de los años 30 y del 40. Fue inseparable de Aníbal Troilo, de Homero Manzi y de Mariano Mores.

En 1926 estrenó la obra “Que va cha ché” con la cual inició una temática vibrante y angustiada que la gente hizo suya. Vinieron entonces “Esta noche me emborracho” y “Chorra” (1928); “Malevaje”, “Soy un arlequín” y “Alguna vez” (1929); “Victoria”, “Justo el 31” y “Yira…Yira” (1930); Tres Esperanzas (1933). En colaboración con Le Pera compuso Carillón de la Merced”. Y en 1935, irónicamente el año en que murió su amigo Gardel, estrenó  “Cambalache”, su obra fundamental.

En el ‘36, cuando promediaba la Década Infame,  debutó en el cine con Mateo, otra obra de su hermano Armando. La década del 40 le fue pródiga  en la dirección de películas y en 1951 realizó su mayor logro en la pantalla: El hincha. Discepolín, como lo llamaban,  durante el segundo gobierno de Perón, extendió su sarcasmo crítico con el personaje radial  “Mordisquito”. Cada mediodía,  polemizaba con  los “contreras”, como les decía a opositores. Pero por ese personaje, precisamente, la llamada “inteligentzia” argentina no lo perdonó.Lo precipitó al aislamiento y el desprecio. Y su alma triste no los soportó y enfermó. Muchos dicen que de pena. Lo consoló su gran amiga, Eva Perón. Tenía sólo 50 años y dos días antes de aquella  Navidad del ‘51 su corazón, el único que parecía acompañarlo, también lo dejó.. Un espíritu casi irreconciliable dividía a los argentinos. Campeaba un espíritu tan intolerante  que no “bancó” a este flaco narigón que no quería los “clishes” de una cultura que ya estaba a contramano de la Historia.Esa misma Historia que nunca más pudo soslayar su obra que sigue viva en canto de su pueblo.www.caraycecaonline.com.ar

 

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