Una reforma laboral en marcha contempla nuevas normas para estructurar un movimiento obrero acorde a los nuevos tiempos donde la democracia es la mayor conquista para los postergados de la historia (Por Jorge Augusto Avila)
Buenos Aires, 26 de agosto.(caraycecaoniline) No escribo por mi. Tampoco por quienes me precedieron en la lucha. Ni por los compañeros que ya no están. Ni por los amores perdidos, ni por las ilusiones truncas ni por las flores marchitas. Hablo por los que vienen, los que heredarán el fruto de estos tiempos revueltos. Porque el resultado de las primarias, con el triunfo de la coalición gobernante, parece haber acelerado algunos procesos que están vinculados con el futuro y las nuevas posibilidades del país. Por una parte, el gobierno encabezado por Mauricio Macri salió netamente favorecido y para ¨Cambiemos» se presenta una oportunidad histórica : encarar las reformas pendientes de la democracia para consolidar un rumbo republicano. Un rumbo destinado a cerrar los recurrentes ciclos de esplendor y desgracia que ha vivido nuestro país. Así, superar las falsas antinomias y establecer objetivos claros para un crecimiento, no sólo económico y social, sino en calidad institucional. A una semana de las PASO, el sindicalismo planteó el primer desafío con una marcha despoblada de reclamos concretos, que culminó otra vez con la prepotencia encaramada al palco donde los triunviros massistas y barrionuevistas, Schmid, Daer y Acuña, dirimían diferencias internas con el moyanismo. Mientras tanto, los resabios del kirchnerismo gremial encabezado por Micheli y Yasky, se unieron a la izquierda para forzar un paro preventivo, que quiza se concrete el mes próximo sin mayor respaldo ni entusiasmo. La respuesta de Macri fue la salida inmediata de Luis Scervino, superintendente de Servicios de Salud y Ezequiel Sabor, subsecretario de Trabajo. Ambos alfiles de los burócratas sindicales. Es un aviso, los cambios mayores vienen en camino y eso lo saben los eternos ocupantes de los espacios relevantes de las organizaciones de los trabajadores. Se termina el tiempo de la usurpación y llega el de la representatividad auténtica, de las reivindicaciones fundadas y de las negociaciones limpias. Basta de sindicalistas ricos y trabajadores pobres. Una reforma laboral en marcha contempla nuevas normas para estructurar un movimiento obrero acorde a los nuevos tiempos donde la democracia es la mayor conquista para los postergados de la historia. No se trata de flexibilización a la brasileña ni de copiar modelos foráneos. Como hace sesenta años, es tiempo de refundar el modelo de representación gremial que dignifique los verdaderos reclamos de los trabajadores, sin otro interés que defender derechos y garantizar las fuentes laborales. Esa es una de las tareas que tendrá en nuevo Congreso que surja de las elecciones de octubre, donde todo indica que un nuevo triunfo de «Cambiemos» será más amplio y definitorio, en especial en las provincias donde ya cayó el yugo feudal que mantuvo la pobreza ciudadana e institucional durante décadas. Esto no excluye a Buenos Aires, donde más allá de los guarismos la derrota de Cristina Kirchner es un dato esencial para toda la sociedad. Su pobre cosecha de votos, tal como se dijo en C&C anteriormente, le brinda todavía una chance de lograr los fueros para zafar de una Justicia que de igual modo, será implacable para ella, sus amanuenses y funcionarios.
En la oposición, el efecto de la derrota parece amplificado precisamente por esta estrepitosa caída. Se acabaron los relatos fantasiosos, las máscaras y el triunfalismo. Ni Kirchner, ni Massa ni Randazzo pueden revertir la expresión de la sociedad cansada de tanta ambición sin propuestas, y tantos daños sin explicación. Hubo 25 años de saqueo, apenas interrumpido por algún intento fallído en los estertores de los partidos tradicionales, y es tiempo de rendir cuentas. No sólo ante las urnas, sino ante los Tribunales. Pero se advierte que estos delincuentes que han comenzado a soltar la mano de sus operadores en materia de lavado de dinero, enriquecimiento ilícito y abuso de poder, no quieren dejar las prebendas sin dar batalla. De la violencia verbal ejercida desde los cargos públicos, se ha comenzado a vivir a los hechos concretos. Atentados reiterados en el ministerio de Seguridad bonaerense, en la sede de Gendarmería Nacional en Córdoba, amenazas en juzgados, piquetes cada vez mas agresivos y el azuzamiento a los sectores más oscuros del proyecto kirchnerista como Quebracho, Tupac Amarú, Barrios de Pie, los D´Elia y ahora el mapuchista Ram, lo demuestran. Se niegan a aceptar el veredicto de las urnas y apelan nuevamente a la cobardía de los atentados.
Aquí no hay lugar para neutrales. Es tiempo de frenar esta escalada con las mejores armas de la democracia. En el caso del activista Santiago Maldonado, que es el que se enarbola con mayor enjundia, el Estado debe ser querellante, para actuar en la investigación adecuadamente y fuera el caso, separar a quienes hubieran incurrido en delitos dentro de las fuerzas de seguridad, como ya ocurrido en otros casos. No como el anterior que presidia Cristina Kirchner, que ni exoneró a Etchecolatz, ni fue parte de la investigación sobre las desapariciones de Julio López, Luciano Arruga y otros; por el contrario usaron a las organizaciones de derechos humanos y los quebrados de turno para complicar las mismas.
Vienen tiempos de cambios mayores y no hay forma de detenerlos. También en lo económico se aprecian transformaciones que indican un rumbo nuevo para el país. Las relaciones entre personas, grupos y naciones se tornan cada vez más complejas, en ocasiones caracterizadas por la confrontación, en otras por la indiferencia, lo que genera conflictos y hasta alienación. La pérdida de sensibilidad, de compartir el sufrimiento, la angustia, el dolor del prójimo, desembocan en un mundo para todos dividido, donde la desigualdad constituye una tendencia mundial.
Hasta no hace mucho, se hablaba en nuestro país y fuera de el, que nos transformábamos lentamente en «Argenzuela» siguiendo los pasos de la dictadura chavista que ha sumergido al país caribeño en una dictadura cruel y sanguinaria. Nuestro pueblo supo virar a tiempo. Eligió otro camino, y ratificó su voluntad de cambio. Que tomen nota vencedores y vencidos, para no caer tampoco en «Belindia», aquella mezcla de Bélgica e India que supo difundirse años atrás, donde el 10 por ciento de la población gozaba de los privilegios del sistema, y el resto estaba sumergido en la indigencia.(www.caraycecaonline.com.ar)