Con el peronismo en vias de extinción, al menos como lo conocimos, las posibilidades de encontrar interlocutores válidos en busca de un proyecto democrático se torna incierta. (Por Jorge Augusto Avila)
Buenos Aires, 14 de octubre.(caraycecaonline)Como en el recordado discurso de Winston Churchill, el 9 de noviembre de 1942 aludiendo al retroceso bélico del nazismo que iba a culminar con la victoria aliada, las vísperas de las elecciones legislativas del próximo domingo 22, no parecen el final de un ciclo, ni siquiera el principio del fin. Pueden ser, más bien, el final del principio. A dos años de llegar al poder, el gobierno de Mauricio Macri afronta un exámen en las urnas que, a partir de los resultados de las primarias de agosto y los datos económicos, pueden implicar un cambio de rumbo significativo en materia política e institucional. Más allá de encuestas y previsiones, las posibilidades de «Cambiemos» de instalarse como fuerza mayoritaria a nivel nacional abren expectativas respecto a los desafíos que eso implica.
En primer término conviene preguntarse por el destino del peronismo, que en la transición que finaliza en los inminentes comicios no logró reponerse de la derrota y además, carga con la rémora de una fragmentación que parece irreversible, a partir de las necesidades coyunturales del kirchnerismo en retirada (en todas sus variantes, que incluyen a Sergio Tomás Galmarini de Massa, el enólogo Diego Bossio, y los ex empleados Miguel Angel Pichetto y Florencio Randazzo). A ellos se suma la inefable Cristina Kirchner, cuyo destino luego de la amigable cabalgata radial y televisiva reciente, es ser panelista de algún programa, si logra zafar de convertirse en presidiaria.
Con el peronismo en vias de extinción, al menos como lo conocimos, las posibilidades de encontrar interlocutores válidos en busca de un proyecto democrático se torna incierta. A menos que el caudillo riojano vuelva por sus fueros en aras de la renovación, algo improbable más allá que la Corte le haya dado la oportunidad de ser nuevamente candidato. A ello se suma la cargada agenda de reformas que debe resolver el gobierno en lo que resta de este mandato. En el aquelarre empresario de esta semana en Mar del Plata, curiosamente denominado «coloquio IDEA», los únicos que aportaron novedades en ese sentido fueron los funcionarios y gobernadores que asistieron. Del campo empresario, la exigencia fue un renovado reclamo de reforma impositiva, que se traduce en reducir cargas para financistas e inversores, sin una baja similar en materia tarifaria ni impuestos directos como el IVA, que repercuten en el bolsillo de la dama y el caballero. Fueron Marcos Peña y la gobernadora María Eugenia Vidal, quienes plantearon un nuevo paradigma, al relacionar esa reforma tributaria, con la reforma laboral. No se trata de bajar costos a expensas del Estado, sino de generar un circuito que permita la creación de empleo, y mejorar la competitividad con especialización de mano de obra, aporte que debe surgir de los propios empresarios, algo reacios hasta el momento. A ello debe sumarse la implacable reforma previsional de la que nadie quiere hablar hasta después de las elecciones, pero que todos admiten como imprescindible ante el cercano colapso del sistema actual, donde la informalidad laboral y la evasión, se suman al déficit crónico del Anses, especialmente tras el paso de Massa, Boudou y Bossio.
Claro que por el lado sindical, las cosas no parecen ser mejores. La detención de Juan Pablo «Pata» Medina, es un capítulo clave pero no último de estos clanes de capos mafiosos, que salvo raras excepciones, se codean con el poder bien vestidos y con buenos modales, para contener los reclamos de los trabajadores. Ese modelo también esta mostrando un agotamiento sin solución. Las protestas y los sectores de activistas más pujantes surgen ahora de una pseudo izquierda difusa, que todavía no sabe muy bien adonde va, pero lo hace aceleradamente ocupando escaños y sin mayores controversias. Por supuesto, nada de esto es gratis. La demora en modificar las escalas del impuesto a las Ganancias, el retraso salarial y la persistencia del trabajo en negro son el alto precio que se paga cotidianamente por no contar con un movimiento obrero organizado y alejado de las prácticas corruptas y serviles.
Es el momento propicio para decisiones históricas. Se avecinan tiempos nuevos, donde la chapuceria de tantos inservibles que usurparon la representación popular sea castigada, por el pronunciamiento de las urnas y por la justicia, que también debe mostrar coraje para afrontar los desafíos. Es necesario hacer todos los esfurzos, no desfallecer y terminar con la oscura noche que cubrió de decadencia al país. (www.caraycecaonline.com.ar)