Las corridas de comienzos de mes han sido producto de grupos de especuladores financieros concentrados, que aprovecharon factores externos para apurar las estrategias gradualistas y generar incertidumbre sobre la gestión macrista. (Por Jorge Augusto Avila)
Buenos Aires, 19 de mayo.(caraycecaonline) A la espera de un nuevo tiempo después de las turbulencias cambiarias, hay varios aspectos que para las mayorías han quedado claros. Las corridas de comienzos de mes han sido producto de grupos de especuladores financieros concentrados, que aprovecharon factores externos para apurar las estrategias gradualistas y generar incertidumbre sobre la gestión macrista. El oficialismo reaccionó ante la contingencia con remedios que rápidamente desarticularon la incipiente ofensiva opositora. Hay acuerdo en recurrir al Fondo Monetario Internacional, y el Congreso no será el que fije la estructura tarifaria. En esto coinciden funcionarios, gobernadores y senadores. No obstante, será bueno analizar algunas alternativas sobre los últimos sucesos.
La macroeconomía argentina, ha logrado mostrar reactivación respecto al estancamiento del período 2012-2016, pero aún pesan dos desequilibrios de gran magnitud necesarios de corregir para alcanzar un crecimiento en el largo plazo: un déficit fiscal que en 2017 llegó a un 6 por ciento del PBI y un déficit externo que registró otro 5 por ciento acumulado en el período pasado. Estos déficits gemelos muestran a la macroeconomía dependiente de un continuo financiamiento. Conscientes de esta situación, y guiada por objetivos económicos y políticos, la estrategia del gobierno fue el gradualismo: es decir, la corrección de ambos desequilibrios de manera paulatina. Esta estrategia implica un proceso más largo de dependencia externa, en cuanto a la financiación de ambos desequilibrios mediante la acumulación de deuda pública y la recepción de capitales internacionales.
En este sentido, para que la estrategia sea exitosa, se requiere que esos fondos que van a financiar los desequilibrios permanezcan disponibles por un plazo mayor que frente a una estrategia de ajuste de shock. A las sugerencias de cambios fuertes y rápidos, el gobierno opuso un camino más largo y lento pero viable desde el punto de la sostenibilidad política de la coalición gobernante en un esquema electoral en el que cada dos años debe revalidar el apoyo popular en elecciones. En este sentido se plantearon objetivos que fueron cambiando a medida que se avanzaba: mientras que en un principio se propuso cerrar el déficit fiscal primario durante el primer mandato de Macri, luego se extendió este horizonte tres años más. Y con el último anuncio de Nicolás Dujovne, el gradualismo pareció algo más acelerado y el equilibrio primario podría ser alcanzado entre 2021 y 2022. Respecto al déficit externo, hay en el gobierno cierto consenso de que gran parte del mismo se explica por la presión del déficit público. Así, una vez resuelto el primero, debería al menos poder estabilizarse el desequilibrio de la cuenta corriente y no continuar creciendo. Hasta el momento, los planes han funcionado a medias: el déficit total que era de un 6,2 por ciento del PBI a fines de 2015 cerró en 6 por ciento el año pasado. Gran parte de la caída del déficit primario (de 4,8 a 3,9 del PBI) fue compensado por el pago de mayores intereses reduciendo la capacidad de ahorro global del Estado. Aunque se espera que a partir de este año la reducción del déficit primario se refleje de manera más directa sobre el total. Por su parte, el déficit externo, tuvo un importante incremento el año pasado como consecuencia de una economía en pleno crecimiento que demanda mayores importaciones y exportaciones que crecen de forma más lenta. Por factores internos y externos, hubo un proceso de reversión de los capitales que financiaban estos déficits, generando presión sobre el mercado cambiario. El Banco Central intervino vendiendo reservas y subiendo la tasa de interés. En este contexto, el Gobierno decidió acudir al FMI para acordar un préstamo sobre el cuál aún hay cuestiones por por definir. El objetivo es tener un respaldo importante para generar la confianza de que ante una continuidad de las turbulencias externas, podrá ser sobrellevada sin mayores sobresaltos. Ya ante el contagio de la volatilidad cambiaria y financiera , hasta un giro forzado en los ajustes que el gobierno quiere ejecutar de manera gradual en los próximos años. Pero al mismo tiempo, y en base a los informes del FMI en 2016 y 2017 sobre la política económica argentina, deberá avanzarse en el rumbo marcado por el gobierno, aunque con algunos retoques. Particularmente en la revisión del año 2017, el organismo internacional hizo hincapié‚ en lo que definió una mejora del «mix de políticas»,subrayando que no se necesitaría un endurecimiento sino una coordinación mayor. Esto implicaría, según el FMI, una política fiscal que acelere algo la convergencia hacia el equilibrio combinado con una política monetaria menos dura, en particular medida respecto a la tasa de interés. En esta visión, al ofrecer tasas de interés altas para intentar reducir de manera rápida la inflación, la política del Central facilitó el ingreso de capitales desde el exterior , que apreció el peso, fortaleciéndolo a niveles no sostenibles con el equilibrio externo. Es decir, si bien el FMI comparte la visión sobre la causalidad entre déficit fiscal y externo en la transición, una política monetaria muy dura estaría atrasando el dólar y desequilibrando aún más las cuentas externas. Con estas observaciones hechas hace pocos meses, se pueden implicar los posibles cambios sugeridos por el FMI a la política económica. Ello no implica hacer concesiones, sino mantener una conducta institucional que ha permitido retornar a los circuitos internacionales. El manejo de estas variables en el plano interno, permitirá a oficialistas y opositores, mejorar la calidad del diálogo para superar las nuevas instancias, pero no con visión electoralista, sino patriótica.(www.caraycecaonline.com.ar)