Política La semana política

La gran estafa

Néstor Kirchner y la caja fuerte tan ansiad<

Lo vital es que  la sociedad ha dicho un no rotundo a la corrupción de los políticos, sea grande o pequeña, con valor económico o sin él.(Por Jorge Augusto Avila)

Buenos Aires, 11 de agosto.(caraycecaonline) Ya no se trata del entramado casi caricaturesco de un chofer, con prolijos cuadernos que revelan los circuitos de las coima. Ni las complicidades entre empresarios, jueces y arribistas de toda laya, sacando provecho de negocios turbios. Lo que vislumbra la ciudadanía, sin distinción de clase o condición, son los rasgos indelebles de la corrupción instaurada como razón de Estado desde hace más de cincuenta años en nuestro país. No quiere decir que no haya casos anteriores.  Desde hace mucho tiempo, una conjunción de factores se ha estructurado para concretar desde el poder, un sistema de estafas permanentes, con perfeccionados métodos para perjudicar al conjunto de la sociedad. Además de otras cuestiones, la pronunciada decadencia nacional tiene como causa principal esta faceta donde las conductas, públicas y privadas, se han transformado en un plan de saqueo y degradación. El carnaval kirchnerista, exégesis del modelo patagónico que llegó al poder con el esquema del  «grupo Calafate», tiene ya implicados en esta banda a Julio De Vido, Ricardo Jaime, Eduardo Zannini, entre otros. Y quedan Alberto Fernández, Jorge Argüello, Julio Bárbaro y otros «puristas» de la ideología popular.  Son la culminación de una tragedia nacional.La corrupción es, desde hace años, uno de los grandes protagonistas de la política argentina.
Sin embargo, es evidente que podemos distinguir entre la gran corrupción, las tramas que sistemáticamente obtienen beneficios valorados en millones de dólares equivalentes a un PBI, y la de los arrepentidos de turno.

Lo vital es que  la sociedad ha dicho un no rotundo a la corrupción de los políticos, sea grande o pequeña, con valor económico o sin él. No es necesario que exista un delito; la simple irregularidad administrativa o, todavía más, la mentira en el comportamiento de un político, también se considera corrupción. ¿Nos estamos pasando?. Creo que no, tras el vendaval de los últimos años pienso que estamos en la buena dirección. Un político no puede ser acusado por meras sospechas, sin prueba alguna, pero si existen hechos con aroma de corrupción,  hay que pedirle responsabilidades, aunque no sean jurídicas. No se trata de saber si se ha cometido o no un delito. Se trata de que el político, al no demostrar ejemplaridad, ha perdido la confianza. El político no merece confianza si en el pasado, sin haberlo confesado motu proprio y públicamente, cometió irregularidades. El ciudadano piensa, con razón, que si en un momento de su vida hizo esto, puede repetirlo.  Esto es lo que NO entienden los Pichetto, Massa, Schiaretti, Urtubey, y todos los que aspiran a llegar con chances a las elecciones de renovación del próximo año. Incluso para quienes gobiernan, la prudencia es el único camino posible. Pero a ello debe sumarse una estrategia adecuada para superar la difícil instancia económica. Como era de esperar, los datos que se van conociendo sobre el fin del segundo semestre del año reflejan los efectos de la turbulencia cambiaria y el nuevo nivel de tipo de cambio más alto. Las números de las relaciones comerciales con el resto del mundo reflejan que el cambio de precios relativos comienza a tener efectos: viajes por turismo, importación de bienes de consumo y ventas internas de maquinarias importadas se ven reducidas por su encarecimiento, sumado a los efectos negativos del inicio de una recesión productiva.Las consecuencias inmediatas no son agradables y la inestabilidad persiste en los mercados. Sin embargo, el régimen cambiario flexible permite que los problemas internos que tiene la economía queden a la luz a poco tiempo de comenzar a gestarse o al momento en que el contexto internacional se vuelve menos favorable. Esto evita la acumulación de mayores desequilibrios que luego resultan en crisis de mayor magnitud. Faltan reformas para un nuevo modelo de gestión, y los tiempos electorales apremian. Pero el verdadero cambio ha comenzado a gestarse, y es sólo cuestión de tiempo consolidar el camino firme a un nuevo tiempo de justicia y libertad, pero a partir de una ética recobrada y una moral consecuente. (www.caraycecaonline.com.ar)

 

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