Instalado en Río Gallegos, se dedica a sus hijos y retomó su profesión para asistir a varios monotributistas locales. Dice que haberse alejado de Cristina y Máximo “fue como haber dejado de fumar”.
De eso no se arrepiente: asegura que se sacó “una mochila muy pesada de encima”. Sintió que sus años en prisión le demostraron quiénes estaban realmente a su lado. Cristina y Máximo Kirchner, a quienes les custodió los números de su fortuna por décadas, nunca se comunicaron con él. Lo reitera cada vez que puede. “Nunca”.
Hace tres años el contador busca reconstruir su vida en Río Gallegos, donde hace más de veinte años su padre fundó el primer estudio contable que lleva el apellido Manzanares, el mismo que tiempo después eligió Néstor Kirchner para llevar las cuentas de las empresas familiares y de los patrimonios particulares. Víctor Manzanares fue testigo del incremento sustancial que tuvieron esas cuentas. Lo contó ante la justicia, y también señaló cómo algunos números de la fortuna de los ex presidente “no cerraban”.
En la actualidad, según pudo reconstruir Clarín, la vida cotidiana del ex contador de los Kirchner -título que no le gusta, aunque no reniega de su pasado laboral-, se divide entre las actividades escolares y deportivas de sus hijos, a los que se abocó plenamente. Paulatinamente, fue reconciliándose con su profesión, porque durante más de un año había rechazado volver a ejercerla y cerró el histórico estudio contable que fue sede fiscal de las empresas de los ex presidentes.
Aunque pensó en estudiar historia, y en escribir lo que sintió en sus días en prisión -que percibe como una suerte de “redención” tras haber confesado ante la justicia- Manzanares volvió a su profesión. Está brindando atención profesional a monotributistas de diversos rubros, y también realizó algunas tareas para la familia de su esposa, vinculada al campo.
Sin consumir información política, ni noticias vinculadas a los expedientes judiciales, sólo espera que la justicia ponga punto final a un proceso que inició en 2018: quiere ir a juicio en el caso de los Cuadernos. “¿Cómo no va a haber juicio? -repite-. Más tarde o más temprano tiene que haber juicio”, señaló a una persona de su extrema confianza cuando se le preguntó por los planteos de Cristina Kirchner para evitar que ese debate oral se realice.
Cuando el nombre de Máximo, Florencia y Cristina Kirchner aparece en cualquier conversación, su reacción es inmediata. Elige el silencio, como lo conservó durante años en prisión. Pero para concluir el tema sólo agrega a sus interlocutores: “Ya la mochila de la conciencia me la saqué de encima, y la culpa está resuelta desde el plano interno y del alma. Ahora falta que se termine lo mismo con respecto a la comunidad y para eso es el juicio”. Víctor Manzanares, a diferencia de la vicepresidenta, quiere ir a juicio en los casos Los Sauces y Hotesur, y en el caso Cuadernos. No le teme a ningún tribunal.
Pero es taxativo cuando se le vuelve a preguntar sobre los Kirchner: “de ellos no quiero hablar, su toxicidad me consumió el yo interior. Y ya me repuse de eso, fue como haber dejado de fumar. El enojo ya fue, pero no quiero saber más nada de ellos”. Fin del tema.
Sólo va un paso más allá cuando se le consulta, en el fuero más privado, en dónde radicó su error, porque durante más de dos décadas fue el celoso custodio de los números de la familia Kirchner. De manera acotada, para eso también tiene una respuesta a modo de cierre del tema: “Mi error fue haber creído y confiado. Pero el primer error y más profundo fue haber aceptado ser su contador porque sacrifiqué mi título y la trayectoria de mi padre”.
La justicia lo procesó como parte de la estructura contable, que calificaron de ficticia, que fue utilizada para lavar 80 millones de pesos. Toda la operatoria se concretó a través de Los Sauces (firma inmobiliaria) y Hotesur (compañía hotelera). De los números de ambas empresas familiares de los Kirchner era responsable Manzanares. Asegura en el presente que para él “siempre fueron empresas”, pero que existían “las dudas son razonables, por la relación con los inquilinos desde el Estado”. Se refiere a Lázaro Báez y Cristóbal López.
No realiza más aclaraciones al respecto. Todo lo demás, indica, lo dijo frente a la justicia cuando decidió convertirse en un “arrepentido”, recuperar su libertad y regresar a Río Gallegos, donde comenzó todo: su relación con los Kirchner, los negocios espurios con Daniel Muñoz, las empresas que crearon juntos para lavar millones de dólares, las declaraciones juradas que llevaban su firma, la operación para que Florencia Kirchner resguarde cinco millones de dólares en una caja de seguridad. Todo fue supervisado por él. Asegura que eso es parte de su pasado, uno que elige olvidar pero que la ciudad a la que regresó se lo recuerda a diario. (www.caraycecaonline.com.ar)