Todo lo que hizo o dejó de hacer Stiusso en torno a la tragedia de la mutual judía y la muerte del fiscal Nisman respondió a pedidos de Néstor y Cristina Kirchner. (por Eduardo Van Der Kooy)
Buenos Aires, 11 de octubre.(www.caraycecaonline.com.ar)Recuérdenle a la señora Presidenta que como agente de inteligencia sólo cumplí estrictamente con las órdenes presidenciales. Toda mi vida hice lo mismo en la SIDE”. Ese mensaje fue transmitido por dos canales a Cristina Fernández. Uno de ellos a través de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), que conduce Oscar Parrilli. Fue remitido por Jaime Stiuso, el viejo espía que el Gobierno dice buscar con denuedo.
Resulta verdaderamente curioso que el Gobierno haya armado un alboroto con Washington y con Interpol para conocer el paradero del ex agente. Y que Stiuso posea, a la vez, tantos recursos para arrimarse sin aparente riesgo al poder kirchnerista. Podrían estar ocurriendo tres cosas. O hay demasiado humo artificial alrededor de este conflicto. O nada habría cambiado en la AFI después de la incorporación de jóvenes topos. Cualquier trabajo fuera de las fronteras sería inabordable para ellos. O también, aquella nueva sigla encerraría el mismo anacronismo y los vicios de la ex SIDE, donde siempre Stiuso supo hacer valer su peso.
La esquela oral del espía debiera ser tomada, tal vez, como una señal de advertencia por el Gobierno. Aterrizó diez días después de que Cristina lanzó su ofensiva contra él en la ONU y Aníbal Fernández lo embarró con presuntas complicidades por la investigación y la denuncia de Alberto Nisman sobre el atentado en la AMIA y la firma del Memorándum de Entendimiento con Irán.
Despejando la hojarasca, el escueto mensaje del espía sería de interpretación sencilla. Todo lo que hizo o dejó de hacer en torno a la tragedia de la mutual judía y del fiscal muerto respondió a solicitudes de Néstor y Cristina Kirchner. ¿Seguirá Parrilli pidiéndole explicaciones sobre su comportamiento? El titular de la AFI había intimado a Stiuso para que, a tal efecto, se presentara a declarar delante suyo el verano último, después de que Nisman había muerto. El hombre se había ido por entonces del país, vía Brasil, con destino a Estados Unidos, según Interpol le informó la semana pasada al Gobierno.
El mensaje de Stiuso podría tener otro carácter preventivo. A la fiscal Viviana Fein se le escurre como arena entre los dedos la hipótesis del suicidio de Nisman. Sigue probando con pericias técnicas para ver si la puede reanimar. La impotencia la habría llevado a adoptar un par de decisiones. Sobrevolar la posibilidad del “suicidio inducido” en el cual quizás, según reclama el Gobierno, quedara enredado Stiuso. Resolvió tomar una nueva licencia en noviembre nadie sabe bien para qué. Para alejarse del fuego, para descansar o comenzar a pergeñar su dictamen final que, probablemente, no se conozca hasta que asuma el próximo presidente.
Fein tendría un problema con Stiuso. La fiscal le tomó declaración luego de la muerte de Nisman. En sus apuntes habrían quedado algunas cosas peliagudas para los intereses de Cristina. El espía confesó que todas las informaciones que recababa –sobre la AMIA u otros tópicos– eran derivadas siempre para el conocimiento de Héctor Icazuriaga y Francisco Larcher. Fueron los dos ex jefes de la ex SIDE que respondieron con fidelidad inquebrantable a Néstor y Cristina. Por los menos hasta que en diciembre del 2014 a la Presidenta se le volaron los pájaros y los echó.
Los espías de la AFI estarían en estas horas procesando otra información que les preocupa. La versión espesa de que Stiuso en su retiro de la Florida habría recompuesto la relación con algunos enemigos. Uno de ellos, César Milani, el ex jefe del Ejército. ¿Esa reconciliación sucedió a la distancia o el general se habría hecho una escapada bien discreta hasta Miami? Los topos revisan cielo y tierra. Al militar y al espía los habría acercado el recelo común contra una misma persona. Al que consideran numen de todas sus desgracias: Carlos Zannini, el secretario Legal y Técnico y candidato a vicepresidente. Milani se fue después de una dura discusión con él. Stiuso barrunta que el cerco judicial y político que se pretende tender sobre su persona nace de la imaginación de Zannini.
Stiuso y Milani estuvieron mucho años en veredas opuestas. El general manejó la inteligencia paralela que le ordenó Cristina para neutralizar a la ex SIDE. El espía llegó a vincular al ex jefe del Ejército con la misteriosa muerte de Nisman. Aunque, de distinta manera, ambos terminaron frecuentando la geografía del sciolismo. El gobernador de Buenos Aires gozó de cierta información confidencial sobre movimientos kirchneristas y amenazas de agitación social en diciembre del 2013 y 2014, que podían complicar a su gobierno. Milani nunca ocultó su identificación con el proyecto nacional que supo explicar con abundantes presupuestos anuales que Cristina le destinó al Ejército. Stiuso aspira a sortear esta tormenta bajo el paraguas de la CIA y el FBI con la esperanza de brindarle a futuro algún servicio a Scioli, si llega a triunfar. En el peronismo suele haber lugar para todos, según se advierte en estos días, confirmando el apotegma de Juan Perón.
Scioli vive aterrado con esas intrigas en medio de una campaña que se le hace cuesta arriba. El destape de esa alcantarilla podría truncarle definitivamente, tal vez, la meta deseada: ganar el 25 de octubre ahuyentando el fantasma de un balotaje. Bastante tiene el candidato K con las desventuras cotidianas que le propone el kirchnerismo. No hay palabra pública sobre el futuro que no se torne conflictiva.
Amén de esas palabras está la figura omnipresente de Cristina. Tres cadenas nacionales sólo esta semana, en las cuales sobresalió su entusiasmo para impulsar en Santa Cruz a Máximo y Alicia Kirchner, su hijo y su cuñada, en contraste con la formalidad que la dispensa a Scioli. La Presidenta se esfuerza por no dejar nunca el centro de la escena y marcar las diferencias con el resto.
Esas diferencias asomarían objetivas. Cristina ha construido un liderazgo persistente con un sector social que habrá que ver cómo se las arregla para conservar cuando no disponga de todos los resortes del Estado.
Para compensar tal realidad los candidatos recurren a ciertos anabólicos. Scioli pasea a Miguel Bein, Mario Blejer o Miguel Peirano para enviar señales de fortaleza y previsibilidad, en especial, hacia afuera del kirchnerismo. Mauricio Macri anda de caravana mediática con varios ministeriables e incorporó a Alfonso Prat Gay, ex titular del Banco Central con Kirchner. Sergio Massa va del brazo a todos lados con José de la Sota, el gobernador de Córdoba, y con el ex ministro Roberto Lavagna.
Las mayores dificultades las padece Scioli. No puede hablar o hacer hablar sobre nada sin detonar tensiones internas. Convino con Juan Manuel Urtubey su viaje a Nueva York donde el mandatario de Salta sugirió que será necesaria una negociación con los fondos buitre para buscar inversiones y airear una economía sofocada. Aníbal Fernández lo cruzó después de una irritada instrucción telefónica de Cristina. También se sumó Zannini. Blejer estuvo en Lima en la reunión del FMI. Tímidamente propuso normalizar progresivamente relaciones con el organismo financiero. El enojo presidencial forzó al candidato K a declarar ante empresarios que jamás le pediría un peso al FMI.
Aquella intransigencia de Cristina no se condice con los desesperados gestos de su Gobierno para evitar el desmadre económico en el tramo final. El relato parece que le siguiera ganando a los hechos. El Gobierno pagó la semana pasada el Boden 2015 que implicó un desembolso de US$ 5.900 millones. Para no dejar tan en evidencia la debilidad de las reservas del Banco Central, Axel Kicillof anunció la colocación de dos nuevos bonos. Pretendía recuperar unos US$ 1.500 millones, pero sólo consiguió US$ 637, la mitad de los cuales fueron aportados por la ANSeS. Desde el exterior casi no existieron ofertas.
La colocación se hizo, por otro lado, a una tasa de interés sideral: el 9,5%. En los últimos tiempos Chile tomó deuda al 3% y Uruguay y Brasil al 5%. Dilma Roussef está envuelta en una gravísima crisis económica, política e institucional con la posibilidad de un juicio en el horizonte. Serían todas esas evidencias irrefutables del sitial en que se encuentra ahora la Argentina después de la década ganada.
La maniobra impugnaría, además, la propia historia que el kirchnerismo escribió en otro tiempo. Kirchner, Lavagna y el entonces secretario de Hacienda, Guillermo Nielsen, pulsearon con los acreedores externos partir del 2003 para reestructurar la deuda argumentado que había sido una irresponsabilidad de parte de ellos prestarse al endeudamiento del país con tasas que en los 90 oscilaron entre el 10% y el 13%. Intereses que resultaban impagables. Como al final lo fueron. De esa manera obtuvieron la quita en el pago global de la deuda. ¿Qué podría pensarse ahora mismo en el mundo de la economía de un país que varios años después de su quiebra acepta de nuevo punitorios por encima del 9%?
Aquel mundo no es el de Cristina. Ella sigue imaginando un país floreciente con el cual, también imaginariamente, dijo que hasta René Favaloro debe haber soñado. Pero no todas son fantasías. Le exige al Congreso una parva de nuevas leyes que condicionarán a su sucesor. Para negociar con los fondos buitre, por caso, habrá que sortear dos ya sancionadas y otra en camino: la que propone declarar de “interés público” los nueve principios de la reestructuración de deudas soberanas que aprobó la ONU.
Actúa como si no le faltaran apenas dos meses para volver a su casa. (www.caraycecaonline.com.ar)
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