Buenos Aires, 17 de octubre.(caraycecaonline9 La semana breve, por el Día de la Diversidad Cultural, otra rara parábola de la inventiva kirchnerista para ensalzar a los pueblos originarios relegando el valor del descubrimiento de América, no fue suficiente para aliviar los cada vez más incómodos ritos de campaña del oficialismo, rumbo a la incierta definición de las elecciones generales del próximo domingo 25.
Mientras aún resonaban las apelaciones del salteño Juan Manuel Urtubey para apresurar las negociaciones y resolver el «default» con los fondos especulativos, las divergencias en el seno del Gobierno con el ministro Axel Kicillof a la cabeza, alentando una intransigencia que, sin disimulo, tiene por objetivo dejar al próximo gobierno en una situación harto compleja en materia económica. El pago con reservas de titulos de deuda pública, y las reasignaciones presupuestarias para cubrir el déficit de las cuentas del Estado, encendieron las alarmas en todos los candidatos, quienes salieron a denunciar el vaciamiento que el kirchnerismo está perpetrando antes del adiós definitivo. «Parece que algunos no se dan cuenta que en dos meses van a dejar de ser funcionarios», reclamo el salteño Urtubey, en un raro ejercicio critico, que enervó a la tropa oficialista.
Quizá por eso, en el principal acto de campaña de la semana, la inauguración de la nueva línea de producción de la empresa «L´Oreal» en Garín, tuvo como característica mostrar todas las contradicciones que reinan en torno a la candidatura de Daniel Scioli . La presencia del postulante parece una mera circunstancia menor, en el entorno de la presidente Cristina Kirchner, que recorre la liturgia de la despedida sin dejar de recordar que continuará como regente del poder, custodiando los «exitos de la década ganada». Ante una módica audiencia de acólitos de «La Cámpora», empleados municipales y de la firma perfumista, se ocupó de dar un discurso similar al que la semana previa realizó ante las Asamblea de las Naciones Unidas, quizas con una cantidad menor de oyentes. El malestar con Scioli es evidente, no hay sonrisas ni gestos, apenas menciones que el ex motonauta escucha con cierto azoro, mientras las miradas y diálogos cómplices se dirigen a Kicillof, siempre atento a la mandataria, o a Carlos Zannini. Aunque la imagen más paradigmática del estrado, era la de Aníbal Fernández el candidado bonaerense, cuya figura parecía una sombra gris, que ocupaba inmóvil y silencioso un lugar lateral del escenario, con su bigote inmutable y un aire de desasosiego preocupante. Sus únicos movimientos fueron para compartir unos raros caramelos con Alfredo Scoccimarro, el secretario de Comunicación Pública y otros laderos, con aire fantasmal.
Para Scioli, todo fueron advertencias. El gobierno no es para todos, ejercer el poder tiene costos, y hay que tener cuidado de preservar lo hecho. Después, las videoconferencias, con otros grandes anuncios en Ezeiza, Mar del Plata y San Fernando. Se alcanzaban a ver en la pantalla los rostros de funcionarios y empresarios con gesto adusto, y algunas máquinas funcionando, sin demasiado entusiasmo. El final, como era previsible, fue con la presidente retirándose al estilo «rock star», con bailecito incluido y sin saludar, mientras Scioli se iba por la otra parte del escenario, rodeado de custodios.
La escena se repitió un par de días después en la provincia de Santa Cruz, donde la cuñada Alicia y el primogénito Máximo ocuparon la atención en detrimento del candidato. Los rumores del palacio indican que ya se descuenta que Scioli no supera el techo de las PASO y ante el ballotagge, Sergio Massa se ha transformado en el nuevo favorito, para apuntalar un eventual acuerdo de continuidad del kirchnerismo en el poder. Ello explica el desdén al candidato cuando falta una semana para los comicios, tramo decisivo donde pueden definirse los resultados. La oposición, encabezada por Macri continúa consolidando un avance sólido, que se refleja en el crecimiento en distritos claves y cuenta ya con los gobernadores electos que asumirán el 10 de diciembre, Alfredo Cornejo en Mendoza, Juan Schiaretti en Córdoba, Horacio Rodríguez Larreta en la Ciudad de Buenos Aires, Miguel Lifschitz en Santa Fe, y donde bien podría sumarse Urtubey, de acuerdo a sus recientes posiciones públicas.
Todos ingresan a la etapa final de campaña con perfiles definidos; un «delfín» herido en el debilitado oficialismo, el principal candidato opositor en ascenso ante las maniobras de un kirchnerismo que llega al Día de la Lealtad más disperso y dispuesto a demostrar que es la antítesis del movimiento popular que hace 70 años conmovió al país al surgir como la voz de los más humildes, dispuesto a sacudir el «status quo». Quizá sea ahora el momento de una nueva refundación ciudadana donde además de justicia social, soberanía política e independencia económica, sea necesario coraje cívico para recoger los frutos del esfuerzo colectivo, la libertad de acción y la dignidad de la coherencia.(www.caraycecaonline.com.ar)