Buenos Aires, 24 de octubre.(caraycecaonline)Aqui estamos, doce años después del comienzo del primer «kirchnerato», con la misma efervescencia sanguínea recorriendo las calles y los caminos del país. A horas de una elección clave para los argentinos, no es cuestión de ponerse edulcorados ni anticipar despedidas. Es tiempo de afilar las armas que nos da la democracia, es decir los votos, para comenzar a enterrar este tiempo de ignominia encabezado por Néstor y Cristina Kirchner, y su corte de criminales.
No llegamos aquí ni por casualidad, ni por inocencia. Que nadie se quite responsabilidad en este proceso de decadencia pronunciada que de la mano de un usurero y una arribista nos deja ante un horizonte de tristeza, silencio y soledad. El domingo 25 de octubre puede ser una fecha bisagra en nuestro país, estragado por más de medio siglo de proyectos fallidos que han logrado el raro privilegio de ubicar a la Argentina como el país que se encuentra rumbo al ocaso, sin haber alcanzado nunca el cenit. Será la hora de abrir un espacio a la esperanza, de arar sobre las ruinas, de restañar heridas, y volver a mirar el futuro como oportunidad, y no como acechanza.
Los voceros del «statu quo» se afirman en la incertidumbre del resultado electoral, y con amañados argumentos dicen que la campaña fue «aburrida» por la falta de diferencias entre los postulantes, y coinciden en sentirse desgarrados por tener tan poca convicción en juego. Es comprensible desde la visión de estos patanes ideológicos, sin otro destino que burócratas de cotillón, aferrados a la academia de los eternos derrotados. Porque ciertamente, cualquiera sea el resultado de las elecciones, un sórdido ciclo termina, generoso en traiciones y mezquino de logros. Como pocas veces en nuestra historia, se dilapidó tiempo y recursos en disfrazar de victoria las derrotas, en mostrar como beneficios los despojos, en confundir mística con esfuerzo. Una tarea sólo posible para quienes abrevan del kirchnerismo como etapa superior del menemismo. Como diría el último peronista virgen, José Francisco Sanfilippo, «nos comimos todos los amagues», frase fatal del gran goleador, que de esto algo sabía, al futuro candidato a intendente del partido bonaerense de Lima. Porque lo cierto es que, con estos comicios puede iniciarse un proceso de alternancia en el ejercicio del poder, que enriquezca la democracia reconquistada en el 83 y proyecte a nuestro país hacia la modernidad, con un funcionamiento republicano ajustado a los nuevos desafíos de la historia.
No es cierto que todos los candidatos son iguales. Dos de ellos, Daniel Scioli y Sergio Massa, forman parte del aquelarre kirchnerista que hundió al país en el desprestigio institucional, transformando al Congreso en un mercado de tránfugas al mejor postor, y a la justicia en una caricatura pomposa de la trampa. La única encuesta real que deja la campaña, son las PASO, donde el crecimiento de la oposición más dura encabezada por Mauricio Macri, encendió las alarmas del Gobierno. Se volcaron entonces todos los recursos para frenar la posibilidad de la derrota. Se ensució la campaña, se denunciaron negociados y se recurrió nuevamente, al espionaje y la amenaza. Pero ya no había margen de maniobra. Y no porque sobren escrúpulos. Desde los crímenes de Luis Cuellar y Carlos Fuentealba en los comienzos de la era K hasta los más recientes de Mariano Ferreyra en terreno ferroviario y Angel Verón en el Chaco de Capitanich, no ha temblado el pulso kirchnerista a la hora de reprimir o acallar, sin olvidar la muerte del fiscal Alberto Nisman, y otros extraños «suicidios» de integrantes del propio gobierno, en funciones.
Por eso no es casual que la definición de los comicios encuentre al oficialismo cercado por denuncias ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, sospechado de vicios en el proceso electoral, con los resultados de Tucumán impugnados y previsiones de fraude en los principales distritos. Es tiempo ya de votar en defensa propia. Quizá para algunos la nueva opción no será la más satisfactoria, pero es preciso iniciar el cambio de etapa. Saber que será necesario un gran esfuerzo colectivo y personal para salir de esta ciénaga de disvalores, traficantes y oportunistas, que abrieron paso al narco-estado, que agudizaron la entrega al mejor postor, sea yanqui, británico,chino o ruso. Nos quieren dejar sin patria, vagando en el difuso límite de la desesperanza y el olvido. Votemos por nosotros mismos, en defensa de quienes buscan una nueva oportunidad, sin prometer el paraíso, pero con la certeza de salir de la desgracia cotidiana.(www.caraycecaonline.com.ar)