María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta; Sergio Massa, José Manuel de la Sota y Roberto Lavagna; el electo gobernador cordobés Juan Schiaretti. Todos ellos podrían ser los nudos fuertes de la red de gobernabilidad que empezó a tejer Mauricio Macri.
Buenos Aires, 13 de noviembre.(caraycecaonline) María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta; Sergio Massa, José Manuel de la Sota y Roberto Lavagna; el electo gobernador cordobés Juan Schiaretti. Todos ellos podrían ser los nudos fuertes de la red de gobernabilidad que empezó a tejer Mauricio Macri. Lo hace ante la posibilidad de que en diez días, y como anticipan hoy las encuestas, termine siendo consagrado el nuevo presidente.
Macri y su equipo entienden que al no tener mayorías propias, la relación de fuerzas entre los espacios políticos hará imprescindible un sistema de acuerdos que permitan, cuanto menos, garantizar el funcionamiento parlamentario. Eso valdría tanto para el Congreso Nacional, como para la crucial Legislatura bonaerense, su homóloga de la Ciudad y hasta la de Córdoba. Esos acuerdos también podrían expresarse en la conformación de los gabinetes de Nación y Provincia.
Siempre bajo la hipótesis aún no comprobada de que Macri será presidente, la idea es que no habrá cogobierno en ninguno de esos distritos ni en la administración nacional. Lo que se buscan son acuerdos que ayuden a poner en marcha una etapa de recomposición económica, social, institucional y cultural, después de los doce años de poder kirchnerista, sin que nadie desdibuje su identidad.
Macri y Massa se comunican cada vez que necesitan. Hace una semana Massa se reunió con el influyente jefe de campaña macrista, Marcos Peña, y con el vicejefe porteño electo, Diego Santilli. La comunicación con María Eugenia Vidal está empezando a establecerse. Macri mantiene línea abierta con De la Sota y su gente habla con el peronista Schiaretti, sucesor en la gobernación cordobesa.
En cada encuentro se intenta apuntalar el trípode sobre el que Macri piensa sostener el capítulo político de la gobernabilidad. ¿Cuáles serían esas tres patas?
Uno. Hacerse fuerte en el control inédito por una misma fuerza del Gobierno nacional, el de Provincia y el de la Ciudad. Macri está convencido de que, así como construyó su plataforma de lanzamiento con la gestión en la Capital, ahora deberá sustentar su destino presidencial inmediato en las mejoras rápidas y visibles que pueda lograr la administración de Vidal en la Provincia. Allí estarán puestas sus mejores energías. Y hacia allí se derivarán los recursos necesarios.
Dos. Asociarse con el massismo y sectores peronistas anti K en el Congreso y las Legislaturas provinciales, para que puedan fluir las iniciativas de las nuevas administraciones. La coordinación con el massismo sería imprescindible para consolidar mayorías en el Congreso y la Legislatura bonaerense. El anuncio de Macri de que su armador político nacional Emilio Monzó sería el titular de la Cámara de Diputados, refuerza ese perfil negociador.
Tres. Abrir un espacio de diálogo y colaboración con el peronismo que quedaría en la oposición: los gobernadores, los intendentes del Gran Buenos Aires y la dirigencia sindical. “Todos necesitamos que nos vaya bien durante los próximos dos años”, dicen los nuevos jefes peronistas del Conurbano, que necesitan consolidar las posiciones ganadas o conservadas, ya liberados del dominio kirchnerista.
Respecto de la relación con los gremios, en el entorno de Macri confían en que rinda frutos la relación que el candidato viene cultivando hace tiempo con Hugo Moyano, para lograr una convivencia razonable y negociar los conflictos que se esperan.
Un fantasma a espantar es la imagen de eventuales cogobiernos. No lo quiere Macri, que defendió con éxito la idea de que él y el PRO son los principales agentes del cambio. Y no le sirve a Massa, que está comprometido con la gobernabilidad de la nueva etapa pero pretende tener las manos libres para construir una alternativa con base peronista que sea el futuro contrapeso y competencia de un gobierno de Macri.
En este sentido, Macri aguardaría una definición de De la Sota. Lo quiere como canciller, pero el cordobés debe decidir si se concentra en la tarea de reconstruir el peronismo, lo que haría incompatible integrar un gobierno de otro signo.
Este tejido de gobernabilidad no es sólo expresión de una voluntad amplia de Macri, sino sobre todo consecuencia de la escasez de recursos de su fuerza para afrontar el triple desafío de gobernar el país, la Capital y la Provincia, si triunfa en el balotaje ante Daniel Scioli. Su reducida estructura de cuadros afronta una inesperada y brutal crisis de crecimiento al calor de los resultados electorales.
La gestión para los que saben de gestión, la política para los que saben de política. Este sería el principio rector con el que Macri –un obsesivo de la eficiencia– definirá su equipo de gobierno.
En la danza de nombres aparece con fuerza Roberto Lavagna, mencionado para un destino importante fuera del país: podría ser en la Unión Europea o incluso la embajada en Washington. También suena para ir a EE.UU. Martín Redrado, quien como Lavagna integra el calificado equipo económico que acompaña a Massa.
Alfonso Prat Gay, de hecho sumado al PRO, tendría un lugar destacado en el gobierno de Macri. Quizás en el Ministerio de Economía o en la Cancillería, apuntando a la recomposición del frente económico externo. La sorpresa de estas horas es que también entró en el carrusel de candidatos Pedro Lacoste, quien fuera vicepresidente de Prat Gay en el Central y con quien trabaja desde hace muchos años.
Otro hombre de la economía que podría ser convocado es Javier González Fraga, que presidió el Banco Central en la primera etapa de Carlos Menem, fue candidato a vicepresidente del radical Ricardo Alfonsín en 2011 y cuenta –factor fundamental– con la recomendación de Lavagna.
La señal de Macri, si algunos de estos nombres terminan coronando en su gabinete, es que no habrá neoliberalismo en la concepción económica de su gestión, sino un sesgo heterodoxo y de algún modo desarrollista.
El actual titular del Banco Ciudad, Rogelio Frigerio, de peso creciente en el equipo macrista, podría quedar al mando del Ministerio de Infraestructura, que desde el primer día del kirchnerismo regentea Julio De Vido. Y también habría que observar a Edgardo Cenzón, hoy ministro de Espacio Público de la Ciudad. Goza de la confianza de Macri como motor de la gestión y como controlador de los resbaladizos flujos de fondos: se le augura un puesto estratégico en el hipotético gobierno de Cambiemos, incluso en Infraestructura si Frigerio termina yendo al Ministerio del Interior.
En cuanto al equipo con el que Vidal gobernará la Provincia, y en función de los acuerdos políticos que se buscan, se da como un hecho que Joaquín De la Torre podría ser el ministro encargado de la relación política hacia otras fuerzas. De la Torre es intendente reelecto de San Miguel y se mantuvo siempre fiel a Massa.
Federico Salvai, mano derecha de Vidal, será pieza clave de la futura gobernación. Sebastián Lacunza, que manejará Economía, ya lo acompaña en las negociaciones de transición con el equipo saliente de Scioli. Y ya fue confirmado Cristian Ritondo, titular de la Legislatura porteña, como ministro de Seguridad, una posición de altísima sensibilidad en la Provincia.
Un capítulo más discreto de este entramado tiene como protagonistas a dirigentes radicales y del justicialismo que se mantuvieron bajo la bandera kirchnerista, pero están listos para borrarse cuanto antes ese sello. Ya hubo dos reuniones. Una en el domicilio del siempre vigente radical Enrique Nosiglia y otra en la Casa de Mendoza, territorio natural de encuentro en tanto la provincia cuyana está en tránsito del gobierno peronista de Francisco Pérez al del radical electo Alfredo Cornejo.
Los justicialistas que participan son referentes de peso en provincias gobernadas por el peronismo, en el Congreso –donde el PJ aumentará su mayoría en el Senado– y en la estructura territorial bonaerense.
Resulta llamativo y a la vez es un síntoma: estos peronistas empezaron a negociar cuando Scioli todavía está en carrera y ellos siguen siendo parte de los que formalmente apoyan su candidatura. En la política no cabe la piedad.(www.caraycecaonnline.com.ar)