La ceremonia y el mensaje presidencial, permitieron vislumbrar nuevos horizontes para la Patria castigada desde los atriles en estos años de ignominia. No hacen falta anuncios grandilocuentes, ni discursos interminables para mostrar la realidad de un cambio irreversible. Es tiempo de acción, sin revanchismo ni rencores, pero poniendo cada cosa en su lugar. (por Jorge Avila)
Buenos Aires, 12 de diciembre.(caraycecaonline) El amanecer de un nuevo ciclo, siempre arroja parámetros significativos que van más allá de lo político. Tras el extenso minué sobre el traspaso de mando al gobierno de Mauricio Macri, protagonizado casi en paso de comedia por la inefable «doctora» K y sus serviles consejeros, el 10 de diciembre se convirtió en una verdadera fiesta popular. Pero no al estilo amañado y compulsivo que fraguó el kirchnerismo durante su larga estancia en el poder, sino con las formas de un esperado desahogo que los ciudadanos, en todos los ordenes, esperaban con ansiedad. El rostro de esperanza, pero también de sosiego y reflexión de la multitud congregada para presenciar la asunción de Macri, contrastaron con las agresivas consignas del «cristinismo» que tuvieron su último acto la noche previa.
Fue una larga y oscura despedida la del «cristinismo», mostrando la mezquindad personal que caracterizó a los actores principales de una de las etapas mas nefastas del país, y también, la escasa calidad del reparto «camporista», todavía aferrado en algunos casos a los sillones de la impunidad. A muchos los espera un largo desfile por los Tribunales y la Justicia, vilipendiada y escasa en estos tiempos, parece dispuesta a recobrar un rol decisivo en el funcionamiento de la República.
La ceremonia y el mensaje presidencial, permitió vislumbrar nuevos horizontes para la Patria castigada desde los atriles en estos años de ignominia. No hacen falta anuncios grandilocuentes, ni discursos interminables para mostrar la realidad de un cambio irreversible. Es tiempo de acción, sin revanchismo ni rencores, pero poniendo cada cosa en su lugar. El trabajo y el esfuerzo serán recompensados. Los latrocinios y la corrupción, castigados con severidad. El programa de gobierno comienza por recuperar una economía exhausta, desbordada por el gasto desmesurado y manejada por aprendices de tahúres, que jugaron sus cartas a la continuidad, y algunos tendrán aún fueros para ampararse.
Nada importa ya de esos hijos del poder, fraguados en el stalinismo y la soberbia. La Plaza pletórica y soleada ha respondido a un nuevo liderazgo, más sencillo y eficiente, dispuesto a construir con todos, tiempos de consenso y prosperidad. El resumen, es la imagen de esa niña, Antonia, que mira azorada desde el balcón, en brazos de sus padres, a las multitudes que protagonizaron el esfuerzo de poner en huida a los traidores que pretendian arrebatar la voz del soberano. Esa pequeña vida, es un nuevo paradigma para todos. Creceremos cuidando de nosotros mismos, haciendo valer nuestros derechos, y cumpliendo nuestras responsabilidades, asombrandonos quizá del resultado. Una pequeña vida, honesta y plena, aspirando a aprender todos los días, respetando a todos por igual, gozando de la dignidad del esfuerzo en las batallas que aguardan, y no son pocas, con la certeza de un camino despejado de trampas y mentiras. Muy diferente de la vida pequeña a la que pretendieron condenarnos los profetas del odio y la desgracia, que terminan siendo apenas un episodio olvidable de la historia.(www.caraycecaonline.com.ar)