Cultura Hace145 años fue de Fiebre Amarila

La epidemia que dejó moribunda a Buenos Aires

El médico Roque Pérez, presidente de la Comisión Popular en una casa de San Telmo

El 27 de enero de 1871 se conocieron en forma oficial tres casos de «vómito negro» en Buenos Aires, ocurridos en el barrio de San Telmo, lugar poblado de conventillos y extranjeros. (por Roberto Muñoz)

 

Buenos Aires, 26 de enero.(caraycecaonline).- El 27 de enero de 1871 fueron registrados en

forma oficial tres    casos de «vómito negro» en Buenos Aires, ocurridos en el barrio de San Telmo,

lugar poblado de conventillos y extranjeros. La Comisión Municipal, que presidía  Narciso Martínez

de Hoz, sin embargo, desoyó las advertencias de los doctores Luis TaminiSantiago Larrosa y

Leopoldo Montes de Oca sobre que se trataba  de un brote epidémico, y no dio a publicidad los

casos. Por eso, Mardoqueo Navarro, que realizó el único registro diario de víctimas, ya no confiaba en

los datos de la autoridad. En su diario anotó, :

«27 de enero: Según las listas oficiales de la Municipalidad, 4 de otras fiebres, ninguna de la amarilla».

Esta epidemia  fue la mayor catástrofe sanitaria de la historia de nuestro país..  Sobre una población aproximada de 190 mil habitantes, murieron  14.614 y enfermaron en distintos grados, otros 100  mil.

Como si en la actual Buenos Aires, en poco más de cuatro meses, murieran 140 mil personas  y enfermera otro  millón de vecinos.

Entonces, gobernaba Domingo Faustino Sarmiento, quien junto con su gabinete, cuando avanzó la epidemia, huyó de la ciudad.

Todo era desolación. Los enfermos eran abandonados por sus familiares. . Las familias más acomodadas dejaban San Telmo.

Pero esta peste que casi diezmó a los porteños en menos de 4  meses, no fue casual.

El genocidio de la guerra del Paraguay había concluido. Y el flagelo bajó por las aguas del Paraná, para aparecer en Corrientes  y más tarde arribar a las costas de San Telmo Barracas, Catedral al Sur, San Miguel, Balvanera, Montserrat, San Nicolás, La Boca, entre otros.

La población de Buenos Aires, bebía el agua de los pozos de la primera napa,  con aguas pluviales en los aljibes. La mayor  parte contaminada por materia fecal de los “watter closset”,  que recién eran instalados.

El servicio de aguas corrientes era casi nulo, estaba en manos de la empresa Ferrocarril del Oeste. Los pantanos en las calles y los bajos de la ciudad eran renellados con basura.

Los aguateros vendían el agua del río,  sin tratamiento alguno de saneamiento. La inmigración crecía y se asentaba en sucios conventillos de esos mismos barrios.

El escenario era el más propicio  para la Epidemia. Porque  los conventillos recogían la suciedad de mercados, los corrales, los saladeros, las aguas del Riachuelo.

El calor, una gran sequía y la ausencia de condiciones sanitarias elementales, hicieron el resto  para que se mulitplicara el mosquito Aedes aegypti, transmisor de la enfermedad que años después descubrió el médico cubano Carlos Finlay.

La Comisión de Higiene y los médicos poco sabían de aquel enemigo. Actuaban a ciegas. .

De allí que la epidemia se extendió como reguero de pólvora, sin hacer distingos de clases sociales. El pánico supero a la previsión y la asistencia.

Cuando ya el caos comenzó a ensombrecer la vida cotidiana, algunos distinguidos vecinos, decidieron “tomar el toro por las astas”.

Formaron una Comisión Popular para coordinar la asistencia sanitaria y social. La encabezó el médico  Roque Pérez, y entre otros lo acompañaron Lucio Víctor Mansilla, Carlos Guido y Spano, Aristóbulo del Valle, Manuel Argerich, Manuel Bilbao, Francisco López Torres, Bartolomé Mitre, José C. Paz, Cosme Mariño, y Manuel Quintana.

Todo tipo de vehículo transportaba muertos y enfermos.

El  10 de abril fue la jornada más nefasta. Hubo 546 fallecimientos. El cementerio del Sur, debajo de la actual Plaza Ameghino, en el barrio Parque Patricios, colapsó.   .Diez días después las autoridades se vieron obligadas a comenzar a enviar los muertos a las llamadas Chacrita de los Colegiales. Y la empresa Lacroze habilitó una línea de trenes  exclusivos para transportar féretros. Iba por la avenida Corrientes, desde Pueyrredón hasta la actual Plaza Los Andes, del barrio Chacarita.

Las oficinas nacionales, las iglesias y los colegios fueron clausurados. La Bolsa de Comercio quedó desierta. Los alquileres en los pueblos rurales alcanzaron precios fabulosos. Muchos extranjeros volvían a sus tierras de origen.

Las crónicas revelan que era tal la situación que  hubo un día en que el administrador del nuevo cementerio de Chacarita, de apellido Munilla,  informó que tenía 630 cadáveres sin sepultar, fuera de los que había encontrado por el camino. Además, que doce sepultureros habían muerto.

A mediados de marzo las dos terceras partes de la población de San Telmo había huido hacia  pueblos rurales. .

Fue así que la policía tenía que recorrer las calles también para colocar candados en las casas abandonadas con precipitación.

El sereno Manuel Domínguez, en una de sus rondas, al ver  la puerta abierta ingresó a la casa de Balcarce 384, para vigilar. Halló así en una pieza del último patio, el cadáver de una mujer con una criatura que se amamantaba.  La mujer se llamaba Ana Cristina.

Esa escena conmovedora motivó al pintor uruguayo Juan Manuel Blanes a pintar su famoso cuadro sobre la epidemia.

En los hospitales y lazaretos no había descanso. Los curas sufrieron las mayores bajas entre quienes asistían a las víctimas, porque no se iban de la ciudad. En cambio muchos médicos: atendían durante el día y descansaban por las noches en viviendas de pueblos bonaerenses.

Cuando  el otoño trajo los primeros días frescos  la peste inició su retroceso y desapareció en junio. Cementerios y hospitales colapsados

El gobierno admitió su responsabilidad. . No había tenido en cuenta la epidemia de cólera que en 1968 también había asolado la ciudad. La imprevisión y los enormes gastos de la Guerra del Paraguay, habían abierto un trágico  camino para  esta otra epidemia que dejó moribunda a Buenos Aires.(caraycecaonline).

 

 

 

 

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