La ilusión de la Casa Rosada es que llegado el momento de votar la ley ya se hayan enhebrado varias medidas sociales más. Hablan de salario mínimo, Ganancias y, sobre todo, del anuncio de que se pagarán todos los juicios pendientes a jubilados, reajustando al mismo tiempo sus haberes. Son unos 50.000 jubilados con sentencia firme a favor y unos 300.000 más con juicios en trámite. (por Julio Blanck)
Buenos Aires, 13 de mayoi.(caraycecaonline) El viernes pasado a las 8.30, hora en que hasta los curiosos están distraídos, tres caras conocidas entraron sin levantar revuelo a un edificio sindical de la avenida Caseros, casi esquina Tacuarí. Eran Marcos Peña, jefe de Gabinete; Jorge Triaca, ministro de Trabajo; y Diego Santilli, vicejefe de Gobierno porteño. Allí los esperaba Hugo Moyano, anfitrión del desayuno ultra reservado en la sede de la Federación Nacional de Camioneros. El tema central fue la ley antidespidos. Los gremios la impulsan con fuerza aunque dudan de su utilidad real. El presidente Mauricio Macri se opone abiertamente en un juego político donde mezcla convicción y oportunidad.
Era el primer contacto cara a cara del Gobierno con el jefe de la CGT después del enorme acto gremial del Día de los Trabajadores, realizado una semana antes. Moyano había sido el orador central y fue cuidadoso. Dijo que “no somos enemigos del Gobierno, pero sí somos enemigos de las políticas económicas que instrumenta”. Hay límites que sólo la cartografía sindical logra descifrar.
Días después sobrevino un cruce público. “Macri entiende menos de política que yo de capar monos”, comentó Moyano en su estilo florentino. Macri atribuyó a las críticas sindicales “ignorancia y mala fe”. Una vez descargadas las pasiones, le encomendaron a Santilli tomar contacto con el camionero para armar la reunión.
El vicejefe porteño, por peronista y por despierto, es desde hace años un interlocutor constante del macrismo con el mundo sindical. Trató mucho con Moyano cuando, como ministro de Espacio Público de Macri en la Ciudad, lidiaba con la recolección de residuos, territorio donde imperan los camioneros.
Sin desmerecer a nadie, el Gobierno considera a Moyano el interlocutor gremial más relevante y confiable, durísimo para negociar pero cumplidor de los acuerdos si éstos se logran. Algo parecido ha dicho en público Moyano respecto de Macri. No hay idilio entre ellos, pero se respetan como hombres de poder.
La reunión en la sede nacional de Camioneros fue cordial y picante. Peña insistió con la objeción a la ley antidespidos. Moyano dijo que ya era tarde para meter el freno en el Congreso. Los del Gobierno chicanearon con que la ley sólo era negocio para el kirchnerismo duro, que busca hacerle pagar un costo político al Presidente. Moyano explicó que tras el respaldo masivo en la calle los gremios no podían bajarse a cambio de nada. Palabras mágicas. Allí se mencionó la idea de convocar a las empresas a un acuerdo para impedir despidos por 90 días, con presencia y aprobación de las centrales sindicales. Quedaron en seguir hablando.
Durante el pasado fin de semana abundaron contactos entre el oficialismo y los gremios, en sus distintas vertientes. A la vez el Gobierno lanzó un operativo fulminante de convocatoria a empresarios. La propuesta, no siempre del todo precisa, era que firmaran un compromiso contra los despidos. Así, estimaba el Gobierno, se consolidaría el diálogo con los gremios y se cerraría el paso a la ley en el Congreso.
La urgencia no aguantó esperas. Macri decidió avanzar con lo que había y el lunes a la mañana empezaron a convocar para las 17 en la Casa Rosada. Los empresarios, un poco incómodos por ser llevados a los empujones, igual dijeron presente. Lo habían hecho en los doce años de kirchnerismo en condiciones de maltrato muy superiores ¿por qué no hacerlo ahora?
Pero los gremialistas son muchachos más difíciles. Cuando a Triaca y a Santilli les dijeron que llamaran a las tres CGT, pocas horas antes de la cita en la Casa Rosada, casi se les cae la mandíbula por la sorpresa. Pero son tipos con disciplina: agarraron los celulares y pusieron la cara.
Algunos dirigentes sindicales corcovearon feo. Otro fue más coloquial: “Decile a tu jefe que nosotros necesitamos más franela… ¿entendés? Fra-ne-la”, le despacharon a uno de los mensajeros del Gobierno.
Al final acordaron un encuentro previo con Peña y Triaca, al que por unos minutos se sumó el propio Macri. El único ausente fue Moyano: una gripe tan verdadera como oportuna lo dejó fuera de circulación hasta el miércoles, cuando reapareció en los estudios de TN.
El pacto con empresarios y sindicalistas que soñó el Gobierno no fue tal. Al menos el lunes pasado. Los empresarios pusieron la firma, más allá de dudas razonables. Pero los gremios dejaron sus sillas vacías en la primera fila del Salón Blanco y se aguantaron el visible enojo de Macri en la reunión previa con once de ellos, en otra sala de la Casa Rosada.
Juan Carlos Schmid, antiguo capitán de barco, jefe de la confederación de gremios del transporte y el hombre que Moyano quiere dejar al frente de la CGT unificada en agosto, había admitido en público que “es cierto que no hay masividad en los despidos, pero hay despidos en muchos sectores”, explicando la creciente inquietud sindical pero también admitiendo, por omisión, que el monstruo no sería tan fiero como lo pintan.
En privado Schmid dice que lo que está pasando es “consecuencia del zafarrancho que dejó el gobierno que se fue”, pero que la manera en que Macri afrontó los problemas de la economía “hicieron posible y necesario el acto del Día de los Trabajadores y este proyecto de ley”.
Desde los gremios protestaron porque la convocatoria del Gobierno fue “desprolija”. Ninguno quiere volver a levantar la mano y aplaudir automáticamente en los actos oficiales, como muchos lo hicieron durante los años de Néstor y Cristina. A eso se agrega cierta confusión sobre los motivos del llamado a la Casa Rosada. A más de un gremialista se le dijo que los convocaban para discutir sobre el nuevo salario mínimo y el proyecto para corregir de una vez las distorsiones del impuesto a las Ganancias, salteando casualmente que la convocatoria era para avalar el pacto contra los despidos, un tema que recién estaba despuntando.
Schmid cree representar el sentir general del sindicalismo cuando sostiene que “podemos trazar un camino de acuerdo con el Gobierno en este tema; pero hay que fijar estaciones en ese camino, definir una agenda”. Como se ve, de uno u otro modo los puentes de comunicación siguen transitables. De hecho, Ganancias y salario mínimo estarán en el temario del próximo jueves, cuando se reúna el Consejo del Salario. Fue lo que el ministro Triaca les comunicó a los sindicalistas, después del electrizado diálogo con Macri el día lunes.
Los jefes gremiales buscarán reunirse antes, para llegar con una postura unificada a ese encuentro. En principio la posibilidad de llevar el salario mínimo a 8.000 pesos, con un aumento del 30% sobre el actual, no les resulta desdeñable. Pero les llama la atención que en las tan reclamadas modificaciones de Ganancias, que deben ser objeto de una ley, no se haga participar desde el minuto cero al Congreso.
El Gobierno tiene explicación para esto. Sostiene que es difícil meter otro tema parlamentario mientras el aire esté enrarecido por la batalla de la ley antidespidos. Además, Macri está decidido a vetarla total o parcialmente si es que al final se aprueba. Lo hace convencido de que plantear el tema como una polarización entre el Gobierno y el kirchnerismo duro le dará más beneficio que costo político, de cara al conjunto de la sociedad.
Pero un éxito mayor sería conseguir que la ley, tal como la aprobó el Senado, se demore todo lo posible en Diputados. Ayer el oficialismo dio un primer paso en esa dirección. La exitosa negociación llevada por el titular de Diputados, Emilio Monzó, y por el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, básicamente con Sergio Massa y con los gobernadores de Santa Fe, Santiago del Estero, San Luis y Chubut, permitieron al Gobierno ganar al menos una semana más.
La ilusión de la Casa Rosada es que llegado el momento de votar la ley ya se hayan enhebrado varias medidas sociales más. Hablan de salario mínimo, Ganancias y, sobre todo, del anuncio de que se pagarán todos los juicios pendientes a jubilados, reajustando al mismo tiempo sus haberes. Son unos 50.000 jubilados con sentencia firme a favor y unos 300.000 más con juicios en trámite. A eso sumarían igual beneficio para algo más de 1.000.000 de jubilados que están técnicamente en condiciones de presentar el mismo reclamo. La decisión sería inminente.
Pero la verdadera solución al clima de inquietud por los despidos que fueron y los que podrían ser recién llegaría en la segunda mitad del año. Si se pone en marcha la obra pública y se reactiva la economía privada, si se frena la inflación y se recupera el salario de la dura caída de estos meses.
El resto es política, eso que algunos –no sólo Moyano– todavía creen que es materia desconocida por Macri.(www.caraycecaonline.com.ar)
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