Los sindicalistas explican su endurecimiento en razones económicas. Es una excusa. En los últimos días hubo una novedad: ellos pretenden liderar la reconstrucción de un PJ invertebrado y recuperar el liderazgo de la demanda social. También hay motivaciones menos presentables. Causas penales que no dejan dormir a dirigentes importantes. (por Carlos Pagni)
Buenos Aires, 19 de setiembre.(caraycecaonline) Muricio Macri predicará mañana ante la Asamblea General de la ONU, en la aterrada Nueva York, la premisa mayor de su credo: la Argentina está intentando superar el nacionalismo y el proteccionismo, las dos amenazas que se proyectan sobre las sociedades opulentas. Ésa es la razón por la que hay que invertir en el país.
El viernes, cuando regrese, estará ante uno de los grandes desafíos que enfrenta ese programa. Ese día se reunirá el Comité Central Confederal de la CGT para decidir un paro nacional, cuya fecha deberá fijar el triunvirato que forman Héctor Daer, Juan Carlos Schmid y Carlos Acuña. Los sindicalistas explican su endurecimiento en razones económicas. Es una excusa. En los últimos días hubo una novedad: ellos pretenden liderar la reconstrucción de un PJ invertebrado y recuperar el liderazgo de la demanda social. También hay motivaciones menos presentables. Causas penales que no dejan dormir a dirigentes importantes.
La razón por la que se convoca a un paro es contradictoria. Los gremialistas se quejan por el recorte que impuso la inflación sobre los salarios. Y el Gobierno rechazó el argumento. Jorge Triaca señaló que la CGT debe acompañar la desaceleración de los precios. Alfonso Prat-Gay cuantificó a Triaca: como los salarios se pactaron con una inflación mensual de 2,5%, cada vez que, como está sucediendo, los precios están por debajo de ese número, mejora el poder adquisitivo. Federico Sturzenegger tocó la misma música frente a la UIA hace 20 días.
Los sindicatos responden que las autoridades no deben inmiscuirse en la discusión por los sueldos. Luis Barrionuevo se lo dijo a Macri la última vez que hablaron por teléfono: «¿Para qué tocaste en China el tema de las paritarias, si las discutimos entre privados?». El argumento debilita la justificación del paro: si el nivel del salario se resuelve entre privados, ¿cuál es el sentido de una huelga general contra el Gobierno?
En la CGT esgrimen también la demora en reducir el impuesto a las ganancias para los asalariados. Es otro motivo exagerado. La reforma que ya se realizó devolvió a los trabajadores $ 50.000 millones de ese impuesto.
Devolvió además otros $ 15.000 millones por asignaciones familiares. Representa un aumento de alrededor del 6% del salario. Schmid, Daer y Acuña alegan que no se elevó lo suficiente el mínimo no imponible. Pero algunos dirigentes admiten que se conformarían con un retoque para el medio aguinaldo de diciembre. La alternativa es cobrar un bono.
Queda pendiente la discusión de las escalas que fijan el pago de ese impuesto. Los gremialistas se quejan, con razón: al mejorar los ingresos, las paritarias incorporan más empleados en el régimen de Ganancias. Prat-Gay acaba de proponer un cambio muy progresivo en las alícuotas. Reduce el piso del 9 al 4% y eleva el máximo del 35 al 40%. Un miembro del gabinete, próspero y encumbrado, confesó ante amigos que la propuesta le parecía «comunista».
Atribuir el conflicto al eterno reclamo por el financiamiento de las obras sociales también sería incorrecto. Macri les giró $ 2700 millones en efectivo para solventar el déficit y les entregó bonos por $ 27.000 millones para saldar la deuda total. Es cierto que el pleito sigue abierto. Moyano esperó a que se retirara Cristina Kirchner para demandar a Liliana Korenfeld, la superintendente de Salud del gobierno anterior, por haber retenido esos recursos. Aclaró que la imputación se extiende a la administración actual. Se ve que perdió el miedo. La amenaza afecta menos al Gobierno que a la interna sindical: el sucesor de Korenfeld, Luis Scervino, responde a José Luis Lingeri, «Mr. Cloro».
Agotados los pretextos sindicales, los dirigentes acuden a motivos generales, también poco consistentes. Por ejemplo, la situación angustiante de los desamparados del conurbano. Es innegable que la población más vulnerable sufre un ajuste severo por la inflación y la caída de la actividad. Los sindicalistas de la CGT quedaron impresionados por la marcha que organizó la CTA, que compite con ellos, a comienzos de mes.
Sin embargo, es muy difícil mejorar la situación de los desposeídos y, al mismo tiempo, cumplir con las exigencias de la CGT. En un contexto recesivo, como el que dejó el kirchnerismo, el aumento de salarios implica el congelamiento o la destrucción de los puestos de trabajo. Para ponerlo en términos desagradables: es imposible aumentar precios y cantidades a la vez. Ni luminarias como Guillermo Moreno o Áxel Kicillof lo consiguieron.
La principal razón del paro no hay que buscarla, entonces, en la situación socioeconómica. Quedó demostrado en la reunión que mantuvieron con la conducción de la CGT, Triaca y el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, el jueves pasado, en la sede de la Uocra. Allí estuvieron dirigentes de grandes sindicatos como Moyano, Luis Barrionuevo, Martínez, el «Centauro» Andrés Rodríguez, «Cloro» Lingeri, el maquinista Omar Maturano y Armando Cavalieri, entre otros. Lo raro del encuentro, aun para algunos gremialistas, fue que el tono iba subiendo a medida que decrecía la gravedad de las quejas. Tal vez haya sido un desahogo por 12 años de silencioso sometimiento. También la CGT dijo «cambiemos».
Con independencia del malestar social, hay una pretensión política que explica mejor esa dureza sindical. Los gremialistas se fijaron dos propósitos. Por un lado, recuperar liderazgo dentro del PJ. Por otro, absorber los movimientos peronistas de trabajadores informales, ligados con el papa Francisco.
De la primera pretensión fueron testigos los intendentes del PJ Martín Insaurralde, Gustavo Katopodis, Juan Zabaleta, Fernando Gray y Alberto Descalzo el lunes pasado. Se reunieron con la cúpula de la CGT para hablar de economía. Pero se concentraron en la interna partidaria. Schmid, Daer y Acuña pretenden ser un eje de la reorganización del peronismo. Sobre todo en la provincia de Buenos Aires. A pesar de que Acuña y, con menos fervor, Daer pertenecen al Frente Renovador, no se analizó en detalle un eventual reencuentro con Sergio Massa. En cambio, los gremialistas enfatizaron que el año próximo el PJ realice una interna para renovar su conducción. Se habló de junio. ¿Se lo habrán dicho a José Luis Gioja? Porque el martes pasado el trío se reunió con el alicaído presidente del partido con la misma intención: presentarse como la «columna vertebral del movimiento». Y reclamar un monto de poder en consecuencia, sobre todo en los cargos de representación frente al Estado. Por eso algunos dirigentes fantasean con realizar el 17 de octubre el paro con el que amenazan a Macri.
La aspiración de liderar la reconversión del peronismo propone una involución de 30 años, a la era en que Lorenzo Miguel o Diego Ibáñez manejaban esa fuerza. Ese diseño sometería al PJ a la agenda de la corporación sindical. Sería una definición importantísima frente a la modernización que propone Macri.
El otro sueño de quienes conducen la CGT es cooptar organizaciones de trabajadores informales, como la bergogliana Confederación de Trabajadores de la Economía Popular, el Movimiento Evita y Barrios de Pie, para exigir al Estado que transforme los planes asistenciales en un salario con cobertura médica. Es una forma ultraconservadora de saldar la gran herida del año 2001, cuando el sindicalismo debió resignar ante ligas de piqueteros el monopolio de la reivindicación social. La iniciativa es, además, inofensiva, ya que no pone en tela de juicio la rigidez del sistema laboral, que convierte al trabajador formal en un privilegiado. Hay otro atractivo: el negocio de montar con recursos fiscales una gigantesca obra social de cuentapropistas. Otro PAMI.
Además de esta estrategia de reconstrucción política, en la acidez de la CGT influyen motivos inconfesables. Si bien el secretario general de los marítimos, el «Caballo» Omar Suárez, nunca fue apreciado entre sus pares, la prisión de un gremialista alarma al grupo. «Lo pusieron en cana para inaugurar el foro de inversiones», se quejaba un colaborador de Moyano. Quien se encargó de defender al «Caballo» ante Quintana y Triaca fue Rodríguez, el «Centauro». Solidaridad de especies. La conducción de la CGT está convencida de que en la prisión de Suárez fue decisivo el binguero Daniel Angelici, uno de los gestores judiciales de Macri. La cúpula gremial recibió un informe según el cual la detención del «Caballo» se produjo después de que Angelici se reuniera con el Presidente el domingo pasado, recién llegado desde el exterior. Según ese relato, el titular de Boca se encontró con el juez Rodolfo Canicoba Corral al día siguiente. Canicoba puede aducir que ordenó la captura una vez que los camaristas Jorge Ballestero y Eduardo Freiler avalaron sus decisiones anteriores. En los sindicatos creen que Angelici influyó, además, sobre la Cámara.
Esa intervención es verosímil. En los tribunales aseguran que Angelici podría haber sido clave también en el sobreseimiento del kirchnerista Ricardo Echegaray, dispuesto por los mismos camaristas. El ex titular de la AFIP había sido procesado por una denuncia de Prat-Gay por violación de secreto e instigación al falso testimonio. La sanción incluyó al ex director de la DGI Horacio Curien, quien durante años fue jefe y amigo de Claudia Angelici, la hermana del presidente de Boca. Una hipótesis interesante para las investigaciones de Elisa Carrió.
Las pesadillas judiciales no se reducen a la suerte del «Caballo» Suárez. Hugo Moyano también está atribulado por la avanzada sobre OCA. Esa empresa de correos fue denunciada por retener aportes laborales y no girarlos a la AFIP. Un caso similar al de Cristóbal López. El problema es que el titular de OCA, el hiperquinético Patricio Farcuh, está muy ligado al hiperquinético Pablo Moyano. Macri siempre sintió fastidio por el ostentoso Farcuh. A pesar de que -¿o a raíz de qué?- se aproximó a Nicolás Caputo para algunos negocios de limpieza.
La CGT está en una encrucijada. Por un lado, la ilusión de restaurar su rol político. Por otro, algunas advertencias. José María Arancedo reveló ayer, en una entrevista con La Nación, que el episcopado pidió prudencia a los sindicatos, ante la perspectiva de una recuperación económica. Será interesante conocer si Noah Mamet, el embajador de los Estados Unidos, recomienda algo parecido: almorzará esta semana con el triunvirato sindical. Más que los consejos, lo que inquieta a los gremialistas es un dato: la actividad registra una lenta reanimación. En julio se crearon 5000 puestos de trabajo. En agosto, 10.000. ¿Es el momento de parar contra un gobierno que registra más del 50% de imagen positiva? Dirigentes como Moyano, Martínez, Barrionuevo o Lingeri piden prudencia. Son los que hablan con Macri.
Un viejo lugar común afirma que los sindicalistas poseen un olfato muy agudo. Sin embargo, no lograron ponerse a salvo del derrumbe kirchnerista. La sensibilidad puede estar fallando.(www.caraycecaonline.com.ar)