Si la llegada de la maquinaria militar al Estado, devino monstruosa, fue espejo de una sociedad que había perdido la razón hacií tiempo. (Por Jorge Augusto Avila)
Buenos Aires, 25 de marzo.(caraycecaonline) La dictadura iniciada el 24 de marzo de 1976, fue el asalto al poder más anunciado de nuestra historia, y tambièn marcò un etapa oscura y trágica para la Nación y nuestro pueblo. El 41º aniversario del derrocamiento de Mar¡a Estela Martínez de Perón movilizó actos conmemorativos que, sin excepción, tienden a destacar el sentido infausto de la fecha. Por iniciativa del Poder Ejecutivo, se ha ratificado la ley por la cual se declara la jornada, feriado nacional inamovible. La interpretación más difundida es que el golpe de Estado de 1976 fue un acto motivado exclusivamente por la voluntad espontánea de derrocar a un gobierno democrático e instaurar una dictadura sangrienta. El propósito era impulsar la persecución y represión ilegal de los ciudadanos que no comulgaran con el pensamiento de las Fuerzas Armadas, y se afirma que es necesario revitalizar la memoria de los argentinos respecto de su historia reciente. En este orden, es necesario refrescar las circunstancias que precedieron la caída del Gobierno ya que a la sazón, se trata de uno de los golpes de Estado más anunciados de nuestra historia. En diciembre de 1975, noventa d¡as antes, la jefatura del Ejército en el marco del Operativo Independencia instó a rectificar el rumbo, fijando ese plazo antes de declararse en maniobras. El aviso era elocuente, no admitía dudas. Sin embargo, parecía más una letanía, habida cuenta de las escasas posibilidades fácticas de que el gobierno peronista de entonces, pudiera elaborar nuevas estrategias de subsistencia. Los legisladores y muchos funcionarios, iniciaron tras las vacaciones, el traslado de sus pertenencias en los despachos oficiales hacia nuevo destino, y los gremialistas tanto empresarios como sindicales, adoptaron una actitud medrosa e incluso hubo acciones y dichos significativos, como «yo me borré‚» de Casildo Herrera, titular de la CGT, y la entrega anticipada del poder en la provincia de Buenos Aires, del metalúrgico Victorio Calabró, quien se refugió en Brasil. Ahora, una vez más se apela al remanido recurso que apunta a descubrir intenciones conspirativas detrás de los hechos históricos. Esa clase de teorías resultan de fácil consumo en ciertos niveles de la población, sobre todo cuando se las acompaña con una descripción de heroísmo carente de todo asidero. No hubo casi resistencia al último golpe militar, salvo algún gesto esbozado y carente de significación político. El poder hacia tiempo que buscaba un nuevo escenario con otros actores en una cruda epifanía republicana. Si la llegada de la maquinaria militar al Estado, devino monstruosa, fue espejo de una sociedad que había perdido la razón hacií tiempo.(www.caraycecaonline.com.ar)