Es de los siglos XII y XIII y vivían cazadores recolectores. Hicieron 38 excavaciones, también en Villa Riachuelo. Encontraron utensilios, flechas y rastros de arquitectura en madera. “Esto cambia la historia porteña”, disparan los expertos.
Hicieron 38 excavaciones, repartidas en el Autódromo Gálvez y en el Parque Ribera Sur, en Villa Riachuelo. Extrajeron cerámicas, puntas de flechas, cuentas de collar, huesos y rocas. También encontraron huellas de postes en los que se apoyaban las casas. Todos rastros que les permitieron confirmar la existencia de un asentamiento prehispánico. La legitimación científica se completó hace dos meses: la aldea es tres siglos anterior a la llegada de los españoles al Río de la Plata.
“¿Ves este agujero que está ovalado? Seguramente es de un poste que pertenecía a una construcción y lo sacaron para llevarlo a otro lado. Hicieron así -dice Ulises y con los brazos emula el movimiento hacia atrás y hacia adelante que se usa para desenterrar una sombrilla en la playa-”. Dentro de la excavación la tierra es lisa, aunque está tapizada de musgo. Mientras se hicieron los análisis de laboratorio no hubo trabajo de campo. Hoy, sobre el piso de una de las excavaciones hay 12 agujeros de entre 15 y 20 centímetros de diámetro. La mayoría son círculos perfectos, lo que indica que formaban parte de estructuras de viviendas con una ubicación semiestable.
“Es el hallazgo arqueológico más importante de la Ciudad. Encontrar una aldea prehispánica debajo de Buenos Aires cambia la historia: prueba que la vida de la Ciudad no empieza en 1536, con la fundación de Pedro de Mendoza, como nos enseñaron”, dice Daniel Schávelzon, investigador del Conicet y director del Centro de Arqueología Urbana de la Universidad de Buenos Aires. Desde hace 40 años indaga debajo de la superficie porteña. Su nombre está detrás de los hallazgos arqueológicos más valiosos. Pero ni siquiera él suponía que en el sur dormía un asentamiento tan antiguo. Llegó a Villa Riachuelo en busca de otra cosa: quería restos de la primera fundación española. Jamás imaginó lo que encontraría.
El equipo de investigadores empezó pelándole capas a la tierra. Lo primero que hallaron fue fragmentos de vasijas de cerámica, piezas que los indígenas usaban para cocinar caldos y guisos, trasladar el agua que sacaban del Riachuelo (entonces la orilla estaba a pocos metros) y servir la comida. Luego encontraron puntas de flechas, cuentas de collares, vértebras de guanaco, falanges de venados de las pampas y la cáscara de un huevo de ñandú, entre cientos de elementos. “Son restos de uno o varios campamentos indígenas de cazadores recolectores pampeanos. Vivían de la caza de guanaco, ñandú y venado de las pampas. También sabemos que usaban piedras originarias de Tandil, Entre Ríos y Uruguay”, dice Daniel Loponte, arqueólogo del Conicet y del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano. El grupo de expertos se completa con restauradores de la Universidad del Museo Social, la gerenta operativa de Patrimonio de la Ciudad, Nani Arias, y arqueólogos dirigidos por un Agustín Azkarate, un prestigioso investigador de la Universidad del País Vasco.
“Analizamos las cerámicas y tenemos cinco fechas obtenidas por el método de la termoluminiscencia. Cinco fechas coincidentes, en diferentes laboratorios de España, es indiscutible”, dice Schávelzon. “Además -sigue- hay evidencia de que tenían una arquitectura en madera. Si estaban todo el año o si la habitaban en una época o lo usaba un grupo o distintos lo tenemos que seguir investigando”. Pero hay descubrimientos que los entusiasman: recuperaron fragmentos enterrados de morteros para moler pimientos y frutos. También, rocas que usaban para cortar o raspar. “Suponemos que enterraban objetos que les resultaban más difíciles de trasladar. Los ponían en lugares determinados para luego volver a usarlos”, agrega Camino. Además confeccionaban sus propias herramientas, eso jamás se había encontrado en la región. “Fabricaban sus propias puntas de flecha. Encontramos desechos que descartaban mientras las hacían”. Las flechas las empleaban para cazar, aunque no descartan que fuesen elementos de defensa.
Pasaron más de 700 años, el Riachuelo se rectificó y un viejo puente -La Noria- fue desplazado, pero las tierras que rodean al autódromo siguen siendo una loma natural. De pie, al lado de la pista, se pueden ver los edificios de Puerto Madero. Era un punto en el que los primeros pobladores tenían dominio visual sobre todo el bañado del Riachuelo. “La Ciudad de Buenos Aires es el lugar que un arqueólogo menos elegiría para buscar un sitio prehispánico -dice Loponte-. Se supone que acá todo está modificado. Lo que encontramos es una cápsula del tiempo preciosa”.
Algunos de los hallazgos:
Pendientes. Fueron hechos con huesos. / Gentileza Daniel Loponte
Punta de proyectil. Se rompió cuando lo hacían. /Gentileza Daniel Loponte
Vértebra. Perteneció a un guanaco. Los cazaban, como al ñandú y al venado de las pampas. / Gentileza Daniel Loponte