La reticencia del progresismo para denunciar la represión en Venezuela muestra los límites de nuestra convivencia democrática
Buenos Aires, 3 de agosto.(caraycecaonline) ¡Qué fuerza poderosa de autoengaño la de la ideología, en cuyo nombre se justifican las muertes, las prisiones y el terror de los tiranos! Pasó con los crímenes de Stalin, negados por buena parte de la intelectualidad de izquierda durante años.
Pasó igual con la revolución cubana: fue doloroso reconocer la mentira detrás de la promesa del hombre nuevo. Y vuelve a suceder ahora con el silencio de los que se autodefinen «progresistas» y no denuncian las violaciones de los derechos humanos en la Venezuela de Maduro .
Patria es una novela portentosa que bien puede leerse en clave argentina. Tanto por la violencia de los años 70 como por las consecuencias que nos dejó ese tiempo de odio y confrontación. Pero si entre las víctimas es mucho más fácil reconocernos iguales en el sufrimiento ante las muertes y los secuestros de familiares que han dejado lugares vacíos en tantas mesas familiares de nuestro país, perturba la virulencia y el impudor de los que invocan nuestros muertos para imponer una visión política antidemocrática que justifica las torturas y las prisiones de los gobiernos que les son afines ideológicamente. Así sucede con las organizaciones de derechos humanos de nuestro país que nada han dicho del régimen de Nicolás Maduro, que ha violado todos los derechos de la democracia.