Buenos Aires. 21 de octubbre.(caraycecaonline) En las filas del kirchnerismo, resignado a una derrota en la provincia de Buenos Aires, se especulaba con el albur de un cisne negro, algún suceso inesperado que pudiera modificar ese destino. El descubrimiento de un cadáver en el Río Chubut, a metros del último escenario en el que fue visto Santiago Maldonado, surgió en algún momento como esa instancia.
La desgracia del joven artesano ha estado, en sus últimos capítulos, enigmáticamente conectada con las elecciones l: su desaparición fue noticia días antes de las PASO y su cadáver del Río Chubut aparece en la semana del comicio del domingo.
Desde el comienzo, esta trágica peripecia quedó aprisionada en la lógica de la llamada «grieta». Para los sectores más radicalmente enfrentados con el gobierno, el artesano, simpatizante del irredentismo mapuche, fue considerado víctima de una «desaparición forzada». Una manera de enfatizar la interpretación que atribuye macabras connotaciones y se agota en el consignismo de sectores que medraron a la sombra kirchnerista con beneficios impropios de la defensa auténtica de los derechos humanos.
Sin embargo, el oficialismo no tuvo reflejos políticos para comprender la densidad y potencia erosionante de esa acusación. Siempre consideró que ella era tan descabellada que se neutralizaba a sí misma y, de tan increíble, resultaba contraproducente para quienes la esgrimían. No tardó en comprender que esa actitud generaba inquietud inclusive en buena parte de su propia base electoral que, con el paso de los días, ante la irresolución del caso y la pasividad argumentativa oficial, se sentía crecientemente inerme frente al activismo de los acusadores.
Por cierto, las encuestas no reflejaban motivos acuciantes para la alarma. El tema Maldonado constituía un hecho incómodo pero no un asunto que determinara cambios de adhesión. Las opiniones favorables sobre el gobierno no decrecían, sino que se incrementaban pese a que la investigación y las circunstancias que rodeaban el suceso continuaban sin dar frutos.
En el seno del oficialismo, se manejaba una tesis que la incontinencia de Elisa Carrió declamó sin prudencia: Maldonado estaba oculto, hab¡a pasado a Chile con ayuda de los grupos mapuches radicalizados. «Hay un 20 por ciento de probabilidades», asignó la jefa de la Coalición Cívica, socia prominente del oficialismo. En este caso, y a la luz de la aparición del cuerpo, aquel diagnóstico capotó. Y con razón, se clausuró el micrófono a Carrió hasta que pase la elección: que ella pierda votos en la Capital no es dramático, ya que tiene una ventaja amplia sobre sus seguidores. Pero sus dichos pueden dañar al oficialismo en la provincia de Buenos Aires, donde la ventaja es más estrecha.
Pese a esos hechos y a la intensa campaña de sospechas y desinformación que el kirchnerismo desplegó en las redes sociales, el caso Maldonado no es el cisne negro que ese sector anhelaba. Es, en cambio, una interpelación al conjunto de las fuerzas políticas. Cuando se conocieron los hechos se advirtiò que conviene no juzgar el caso Maldonado ni exclusiva ni centralmente por el uso pol¡tico-electoral que se le dió. Está el ángulo de la inseguridad y de las dificultades que afronta el Estado para garantizar la vida de las personas, así como para investigar y resolver delitos o siniestros. La suerte de individuos, familias, aviones o mercancías puede convertirse durante plazos indefinidos en un agujero negro inescrutable.» Ese plano requiere un esfuerzo de conjunto, institucional, porque se trata de recuperar la capacidad de acción del Estado, la confianza de la sociedad en su autoridad y en los procedimientos de sus agentes civiles y uniformados. Es un plano esencial para el cambio que proclama el oficialismo. Y para encararlo es imprescindible afrontar los acuerdos de Estado de los que habla menos.
La aparición del cuerpo del artesano buscado en el Sur, ha oscurecido el fin de la campaña para las elecciones legislativas.
Las autoridades de mesa en las elecciones que se celebran, abrirán los comicios con la ingrata tarea de tachar a quienes figuran en los padrones, pero no podrán concurrir al comicio por razones de público conocimiento. Entre ellos se encuentra Santiago Maldonado, cuyo paradero originó variadas versiones, además de una cruenta búsqueda de aprovechamiento político motivó tras su hallazgo una suerte de lección de anatomía cultural de esta desgraciada circunstancia. Más allá de las especulaciones, existe un punto sobre el que no es posible elaborar interpretación alguna. Este jóven que murió en circunstancias poco claras, integra una generación que nació en democracia, y forma parte de un extenso listado de víctimas que desde el retorno del Estado de Derecho, no han gozado debidamente de las garantías que este implica. Las tragedias se han sucedido sin solución de continuidad, y ningún sector social queda exento de los modos brutales que aún en democracia, se ejercen desde los ámbitos del poder legal. No lo estuvieron ni el fiscal Alberto Nisman que investigaba el encubrimiento en la causa AMIA, ni el Administrador de Aduanas, brigadier (r) Rodolfo Etchegoyen denunciante de contrabando de drogas y lavado de dinero; tampoco el operador de Néstor Kichner para la compra de 15 mil millones de dólares de gas licuado, Horacio Quioga ; ni hace veinte años el fotógrafo José Luis Cabezas, por citar sólo algunos casos que conmovieron a la opinión pública.
Pese a esos hechos y a la intensa campaña de sospechas y desinformación que el kirchnerismo desplegó en las redes sociales, el caso Maldonado no es el cisne negro que ese sector anhelaba. Es, en cambio, una interpelación al conjunto de las fuerzas políticas. Cuando se conocieron los hechos se advirtiò que conviene no juzgar el caso Maldonado ni exclusiva ni centralmente por el uso pol¡tico-electoral que se le dió. Hay dimensiones más trascendentes para analizarlo. Está el àngulo de la inseguridad y de las dificultades que afronta el Estado para garantizar desde la vida de las personas al orden público, así como para investigar y resolver delitos o siniestros. La suerte de individuos, familias, aviones o mercancías puede convertirse durante plazos indefinidos en un agujero negro inescrutable.» Ese plano requiere un esfuerzo de conjunto, institucional, porque se trata de recuperar la capacidad de acción del Estado, la confianza de la sociedad en su autoridad y en los procedimientos de sus agentes civiles y uniformados. Y para encararlo es imprescindible afrontar los acuerdos de Estado de los que menos se habla menos.
La aparición del cuerpo del artesano buscado en el Sur, ha oscurecido el fin de la campaña para las elecciones legislativas, y se suma a las deudas de nuestra democracia.
Este joven que murió en circunstancias poco claras, integra una generación que nació en democracia, y forma parte de un extenso listado de víctimas que desde el retorno del Estado de Derecho, no han gozado debidamente de las garantías que este implica. Ningún sector social queda exento de los modos brutales que aún en democracia, se pueden ejercer desde el poder ilegal. No lo estuvieron el fiscal Alberto Nisman que investigaba el encubrimiento en la causa AMIA; ni el Administrador de Aduanas, brigadier (r) Rodolfo Etchegoyen denunciante de contrabando de drogas y lavado de dinero,: tampoco Horacio Quiroga, operador de Néstor Kichner que se encargó de negociar la compra de 15 mil millones de dólares de gas licuado y apareció muerto en su domicilio y era testigo clave en la causa contra Julio De Vido; como tampoco lo tuvo hace dos décadas el fotógrafo José Luis Cabezas, por citar sólo algunos casos que conmovieron a la opinión pública. Pero son muchos más los nombres que deberán ser tachados en los padrones por una violencia que se incorporó a la vida nacional quizá como rémora de un pasado ominoso que debe dejar paso al compromiso renovado y cierto con la convivencia pacífica en pos de la armonía social. Es oportuno reflexionar para que a la hora de votar, no haya ni uno menos en los listados de las mesas electorales, porque sólo así podremos superar grietas y abismos que nuestra democracia mantiene como deuda institucional y política.(www.caraycecaonline.com.ar)
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