Esta vez, la selección ni llegó a depender de Lionel Messi y hasta mostró cierto juego asociado -aunque previsible- en buena parte del encuentro, pero el fallo de Caballero -el mismo que Sampaoli destacaba por el juego con los pies- sentenció el partido.
El repaso uno por uno es un boletín de reprobados. El arquero no da seguridad, la defensa carece de solidez -y es una prueba permanente entre tres y cuatro hombres-, el mediocampo, sin ideas, parece a la deriva, nadie se conecta con Messi y lo que puedan hacer Sergio Agüero , Gonzalo Higuaín o el «9» de turno es solo una reacción solitaria. Si el primer tiempo mostraba algunos puntos para destacar, la segunda parte fue una debacle en continuado. Cuarenta y cinco minutos en los que la selección tocó fondo. Y en los cuales al DT se le quemaron los papeles: cambió fichas, puso a Paulo Dybala -resistido por el cuerpo técnico hasta ayer- y no le encontró una solución al ataque croata.
El cierre muestra la peor cara: las cabezas gachas de los jugadores argentinos y las lágrimas de los hinchas en las tribunas muestran que no hay ciencia exacta que pueda explicar por qué la selección no se despidió de Rusia. Hay olor a otra cosa, más allá de lo que muestre la tabla. La generación de Messi, Mascherano y compañía ensaya un adiós repentino que está a años luz de sus carreras. El equipo subcampeón del mundo quedó a un paso de volverse en primera rueda, con el recuerdo de Corea/Japón 2002 como la peor imagen reciente. Pero la foto que devuelve este equipo tiene un agravante: ante el golpe, ni siquiera reacciona.(www.caraycecaonline.com.ar)