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La multimillonaria caja de Cristina Kirchner y el contraste con la mesa de los argentinos

Cristina Kirchner y Axel Kicillo, en agosto de 2021, durante un acto de campaña en Lomas de Zamora.

En provincia de Buenos Aires, se sabe, anidan la fuente del poder de Cristina Kirchner. Eso explica la montaña de plata que recibe de la Casa Rosada. Del otro lado, el costo de los alimentos y los bolsillos flacos.

Bien conocida en ese mundo y sus alrededores, una de las claves del sistema pasa por subestimar la inflación calculada en el Presupuesto Nacional, lo cual equivale a subestimar los ingresos y, de seguido, a liberar una enorme masa de fondos que podrá ser usada por fuera del Presupuesto. Según convenga y como si fuesen fondos propios.

Otra clave consiste en lograr que gran parte del producido de cualquier reforma impositiva que se apruebe, si no todo, quede en la Nación y una más, que los retoques más rendidores promovidos desde la Casa Rosada sean aplicados sobre impuestos que no se coparticipan con las provincias. Cierran el círculo los Decretos de Necesidad y Urgencia y los superpoderes.

Con un poco de todo adentro, incluidos los efectos del descalabro económico, una medida fuerte del modelo es la inflación del 50,9% de 2021.

Aun cuando parezca una marca difícil de batir, el aumento del 65,9% que anotó la recaudación tributaria, decisiva en las cuentas fiscales, le sacó 15 puntos porcentuales de ventaja al índice de precios. En el IVA la diferencia escaló a 19 puntos; fue de 15 en el Impuesto al Cheque y de 9 en Ganancias. Precios internacionales por las nubes más ajuste de las retenciones, los derechos de exportación que quedan enteros en el Tesoro Nacional plantaron un 148,5%.

De paso, la pauta inflacionaria original decía 29%.

Sostenido en fuentes oficiales recientes, un ejemplo de la maniobra kirchnerista surge claro en un informe de la consultora especializada Aerarium. Revela que bajo un formato que en la jerga fiscal se conoce como Transferencias Discrecionales, de enero a noviembre del año pasado el gobierno central distribuyó $ 398.246 millones entre las provincias, casi 100.000 millones o un 32% por encima de 2020.

El dato que sigue, que es el verdadero centro de la cuestión, cuenta que a Buenos Aires le tocaron $ 153.000 millones, esto es, el 38,4% del total. Suenan luego a nada o a expresión redonda del juego el 8% de Córdoba y los 5% -menos de $ 21.000 millones por cabeza- que fueron a Santa Fe y a CABA.

Puesto de otra manera, al territorio donde Cristina concentra su poder le llegó un paquete cinco veces más grande que el mejor de los tres que le siguieron o el doble de los tres sumados. Según donde uno se ponga, estamos hablando de mucha plata o de casi ninguna plata para salarios y gastos de funcionamiento de los estados y para obras públicas básicas, educación y planes sociales.

También de 2021 y cortado con la misma tijera es otro par de casos.

Uno de ellos informa sobre el giro directo de fondos de la Nación a los municipios, o sea, un recurso que saltea la instancia del gobernador y permite transar con los intendentes sin intermediarios. Según Aerarium, de los $ 65.723 millones despachados hasta noviembre pasado el 53% terminó en ministerios del Conurbano bonaerense, se supone bendecidos por el poder central. Y del vasto lote de municipios restante, ninguno llegó siquiera a empardar al muy modesto 8% que recibió Córdoba.

El caso siguiente arranca apenas conocido el resultado de las PASO y concluye el 14 de noviembre de las legislativas. Trata sobre el manejo de los ATN que el Ministerio del Interior administra y distribuye con inocultable sello político-partidario, aunque salgan de recursos tomados de las provincias. El reparto dice 32,4% para Buenos Aires, 7,9% a Santa Fe y ni un peso a Córdoba, Corrientes y CABA.

Sólo para completar el operativo platita de esta serie, vale sumar a la cuenta de las transferencias discrecionales de enero-noviembre 2021 las que hubo, también en cantidad, durante 2020.

Llegado ese punto, tenemos en cifras redondas: $ 305.000 millones para Buenos Aires; $53.200 millones a Córdoba; $ 38.400 millones en Santa Fe y $ 36.000 millones para CABA. Y tenemos, definitivamente, una muestra a gran escala del impresionante, arbitrario uso que el kirchnerismo hace de fondos que son del Estado Nacional: una provincia del palo propio se queda con recursos que más que duplican a los de otras tres que aportan en grande a la misma cuenta.

Pasada semejante, farragosa cadena de números viene el resultado de la movida desplegada entre 2020 y 2021: canta que el cristinismo y Cristina perdieron en la provincia de Buenos Aires y que también perdieron en la Nacional.

Agregada, va una conclusión: dice que plata puede ser igual a poder, en el mejor de los supuestos del poder, y también que solita y sola no es garantía de triunfos políticos.

Está visto, nuevamente, que la impericia y la mala gestión representan pasivos difíciles de sobornar y que la soberbia y la sanata son cualquier cosa menos un activo.

Después de que alguien le encontrara, probablemente por pedido suyo, la buena noticia de que la inflación del 4% de diciembre 2020 había sido mayor al 3,8% de diciembre 2021, Alberto Fernández se entusiasmó: “Esperemos que esta senda descendente se mantenga”, afirmó.

¿De qué senda descendente habla el Presidente, si el 50,9% anual de 2021 supera nada menos que por 14,8 puntos porcentuales al 36,1% de 2020? La verdad es que ahí vamos para arriba y vamos decididamente. O, si se prefiere, vamos decididamente para atrás.

Es parecido a hablar del “milagro argentino”, como hace el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, maestro del ministro Guzmán y favorito de Cristina Kirchner en ese circuito, cuando se refiere al rebote del PBI cercano al 10% que se calcula hubo en 2021. En realidad, el milagro K consiste en volver a los niveles de la prepandemia, a un opaco 2019, que es como volver al segundo o al tercer subsuelo en que estábamos entonces.

Para que se entienda mejor, en ese 2019 la economía cayó 1,7% después del 2,7% de 2018, o sea, a la pandemia se llegó con un retroceso acumulado del 4,4%. El punto es que la recuperación económica puede ser considerada seria y no solamente estadística cuando se la percibe en hechos bien concretos, empezando por el empleo, los ingresos y la cobertura de algunas necesidades sociales básicas.

Final a cargo del Presidente, del tipo medio incomprensible pero siempre sacándose la pelota de encima y transfiriendo responsabilidades. Sentenció: “Para resolver la inflación necesitamos de todos. No podemos resolverlo a los golpes en los comercios. Basta de pelearnos”.

Mientras tanto, el gobierno de los Fernández acumula por mérito propio un 113% en el costo de los alimentos y, entre ellos, 94 en la leche; 98 en verduras; 104 en frutas y un descomunal 153% en la carne.

¿Y cómo se llama esta película? Se llama cuidando la caja política de Cristina y descuidando la mesa de los argentinos. (www.caraycecaonline.com.ar)

Alcadio Oña para Clarín

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