Es que el destino, el maldito destino, lo puso a prueba desde muy temprano. No había cumplido tres meses -nació el 12 de agosto de 1988- cuando una mala conexión en un ventilador de piso mató a su mamá. La mujer murió electrocutada en su casa. Tenía seis hijos y el mango ya no alcanzaba en el hogar súper humilde de las afueras de Rosario. Sus hermanos más grandes siguieron bajo la tutela de su papá, que se deslomaba a diario para juntar el dinero necesario para llevar comida y cubrir las necesidades básicas. Miguel, en cambio, tuvo la fortuna de cruzarse con los Velázquez. “Si no hubiera sido por ellos, me hubiese criado en la calle y mi vida habría sido totalmente diferente. Me enseñaron el respeto, la humildad, lo que estaba bien, qué camino debía tomar”, le contó Torrén al periodista Diego Paulich, de Olé. Y siguió: “Arranqué jugando en Venezuela, el club del barrio, y el hombre tenía el suyo. Me acuerdo que andaba por todos lados con una camionetita mirando chicos para llevarlos. A mí me encontró jugando en la plaza, descalzo. Me vio condiciones y habló con mi viejo y me fichó en su club, Itatí. Me empecé quedando en su casa los fines de semana y unos meses después directamente me fui a vivir con ellos. Estuve seis años, me enseñaron muchas cosas, fui al colegio”.
Jugar bien al fútbol fue su salvoconducto. Si no, la historia sería diferente. Este fin de semana, Torrén recibió la noticia del asesinato de José Sixto, el cuarto de sus hermanos que murió de una forma brutal en los últimos 14 años. El denominador común es que todos los crímenes ocurrieron en Rosario y sus alrededores. Una ciudad donde la violencia no frena: van 130 asesinatos en lo que va de 2023.
La vida de José Sixto se apagó pasadas las 21.30 del sábado. Cuatro personas en dos motos tocaron el timbre de su casa en el barrio Godoy. Abrió la puerta y sólo recibió balazos. Corrió la misma mala suerte que Walter, asesinado en 2010 cuando tenía 32, mientras jugaba un partido de fútbol en las afueras de la ciudad santafesina. Después, en este sendero de desgracias, siguió Gabriel, que a los 34 no pudo sobrevivir a una golpiza tras una pelea con dos cuñados en 2020. Un año más tarde, Luis recibió tres disparos mientras caminaba por la calle. En el medio, su papá murió como miles de argentinos en plena pandemia. El drama de la pobreza. El drama de la inseguridad. El drama de la hambre. El drama de la salud. Todos los dramas de Rosario. Todos los dramas de una Argentina en proceso de descomposición.
“Lamentablemente, tuvimos una vida muy difícil desde chicos, una infancia muy complicada. Sufrimos rápidamente la pérdida de mi madre y éramos seis hermanos. Mi viejo tuvo que trabajar toda su vida y no nos podía cuidar mucho a nosotros porque salía temprano y volvía de noche. Lamentablemente, cuando uno no tiene contención y no tiene quién lo oriente… Nos criamos en la calle”, se confesó este lunes Torrén en un audio que le grabó al periodista Mauro Szeta, de radio La Red.
Si bien estaban distanciados porque la vida, como a muchos hermanos, los llevó por caminos diferentes, Torrén no es indiferente al dolor. “Eran grandes, tenían sus familias, ellos deciden de qué forma vivir y qué quieren hacer. Más que aconsejarlos, otra cosa no podía hacer. Ellos toman su propio camino, pero cuando pasan estas cosas a uno le pega mucho. Fui creciendo, formé mi hermosa familia, con una gran mujer que me acompaña en todo momento y mis hijos, que son la fortaleza en estos momentos duros. La verdad es que estos últimos años me pegaron duro. No solo tuve la pérdida de mi madre cuando éramos chicos, sino que primero perdí a mi hermano Walter, después a Gabriel, a Luis Anastasio y ahora a José. Son momentos difíciles. Sigo metiéndole para adelante, porque si me quedo tirado en casa y no me levanto de la cama, me voy a meter en un pozo ciego del que no voy a poder salir”.
Sabe Torrén que el dolor, antes que después, se irá. Se obliga a seguir adelante. No baja los brazos. Por su familia, por sus compañeros de Argentinos -allí cuenta con el apoyo de Patricio, el psicólogo del plantel-, por los hinchas del Bicho. Por él. “Los entrenamientos, jugar los fines de semana… Ahí es donde me despejo de lo que me toca pasar -confiesa-. Tengo que ser fuerte por mis hijos, por mi esposa. Son mi motor y yo soy su sostén. Por ellos voy a seguir luchando, peleando y tratando de salir del dolor en el día día”.(www.caraycecaonline.com.ar)