Estos razonamientos, que incluyen argumentaciones, pero también explicaciones, definiciones y afirmaciones falaces derivadas de la deficiente estructura lógica en la relación de inferencia entre premisas y conclusiones más que del contenido específico del argumento o de la veracidad o falsedad de las proposiciones, han sido examinadas en forma sistemática en la antigüedad por Aristóteles en las Refutaciones Sofísticas como agregado del silogismo dialéctico expuesto en Los Tópicos.
El pensamiento crítico y el razonamiento científico requieren el concurso de las reglas de la lógica, pero además la correspondencia con la realidad fenoménica, asumiendo en este último caso un carácter siempre provisional y sujeto a contrastación empírica.
La digresión viene a cuento del discurso público del candidato presidencial por “La Libertad Avanza”, Javier Milei, y de sus apelaciones constantes a los diversos tipos de falacias cuando intenta defender un argumento a favor, refutar una afirmación contraria, o simplemente evadir una pregunta incómoda, considerando que ya no se trata de un aspirante más sino de un candidato con posibilidades reales de acceder a la Presidencia.
Mucho se habló de su personalidad excéntrica e histrionismo, su verba inflamada y estabilidad emocional, su condición de outsider del sistema político y sus lazos con diversos personajes de dudosa trayectoria pública, las fuentes de financiamiento de su campaña y los mecanismos de postulación de sus candidatos, las motivaciones del voto de su electorado y sus definiciones polémicas en torno a temas sensibles, la estructura de apoyo institucional y la debilidad política para gobernar un país en crisis, etc.
Sin embargo, muy poco se habla del discurso de Milei: de su estructura lógica, contenido, posición ideológica, representación política, modelo económico, compromiso democrático, entre otros aspectos.
Desde luego que acometer una tarea de este tipo excede largamente las líneas de este escrito, pero valga mencionar al menos unas pocas consideraciones al respecto.
En primera instancia, salta a la vista que la estructura lógica de su discurso pretende asumir una condición cientificista apelando a razonamientos afincados fuertemente en la economía y aplicándolos inescrupulosamente a todos los ámbitos de la vida humana, con lo cual pone de manifiesto su estrechez de miras y su desprecio por formas alternativas de comprender el mundo, pero también la falacia de su retórica plagada de prejuicios, inconsistencias y contradicciones.
En segundo lugar, su contenido discursivo abre una puerta peligrosa para el autoritarismo y el mesianismo toda vez que sus apelaciones a la libertad irrestricta se alejan del ideal filosófico de un cierto equilibrio entre libertad e igualdad, libertad y responsabilidad, libertad y dignidad, libertad y poder, entre la libertad de uno mismo y la libertad del prójimo.
En la tensión dialéctica de estos extremos se definen las condiciones políticas de la vida del hombre en sociedad cuyos fundamentos recoge la democracia liberal que, siguiendo las enseñanzas preclaras de Hamilton, Jay y Madison en The Federalist (1788), constituye —aun imperfecta— un remedio eficaz para las patologías sociales de la anarquía (desmesura de la libertad) y la tiranía (desmesura del poder).
En tercer término, su posición ideológica auto declarada “anarco-capitalista” lo sitúa en un extremo del arco político emparentada con concepciones de extrema derecha inspiradas en las teorías políticas filonazis de Carl Schmitt, las teorías ultraliberales de la escuela austríaca del economista Friedrich Hayek y del paleolibertario Murray Rothbard, entre otros, nucleados globalmente en la corriente de la alt-right (derecha alternativa), cuya figura más representativa es el supremacista blanco Richard Spencer, presidente del National Policy Institute, y en “The Movement” (El Movimiento), organización fundada por el procesado y ahora condenado Steve Bannon, ex asesor de Donald Trump.
Desde un punto de vista político estas corrientes, representadas principalmente por Viktor Orbán en Hungría, Matteo Salvini en Italia, Jair Bolsonaro en Brasil y Donald Trump en Estados Unidos, profesan un populismo de derecha, el nacionalismo a ultranza, la xenofobia, la homofobia, la “ideología de género”, la negación del calentamiento global, el capitalismo extremo, el desprecio por los partidos e instituciones democráticas, la abolición del Estado de Bienestar, y según sus variantes, el antisemitismo.
En lo económico prioriza la libertad negativa, preconiza el orden espontáneo y defiende a radicalidad el libre mercado, pregonando la libre competencia, el libre comercio, la protección de la propiedad, la desregulación, la privatización, la libre flotación del tipo de cambio, el ajuste de las cuentas públicas, el desmantelamiento de la justicia social, y la reducción al mínimo del Estado; en suma, lo que Benedetto Croce denominó «liberismo».
El discurso “contra la casta” en realidad esconde una concepción profundamente autoritaria, populista y antidemocrática fundada en una cosmovisión totalizante, armónica y monista, un mito fundacional (el “paraíso perdido” de la Argentina Liberal del S. XIX), la metáfora de un significante vacío (la libertad avanza), la invocación a un líder salvífico, la identificación identitaria con recursos metonímicos (VLLC, viva la libertad carajo; dolarización; el modelo de la casta; la motosierra), la construcción de una lógica binaria hobbesiana (amigo-enemigo), la eliminación de toda forma de mediación social o política, la creencia de que las instituciones son un mal necesario, la apelación al pensamiento mágico, entre otras características propias del populismo.
Si Maquiavelo aconsejaba al Príncipe actuar como león y como zorro, pues “hay que ser raposa para conocer bien las trampas y león para infundir terror a los lobos”, en esta encrucijada histórica donde se juega el destino del país y de las futuras generaciones es necesario y preferible asumir más que nunca la plena, indelegable y auténtica condición de ciudadanía que es la base fundamental de las poliarquías modernas.(www.caraycecaonline.com.ar)
Rubén Galleguillo es Doctor por la Universidad Complutense de Madrid Magister en Relaciones Internacionales Docente de Grado y Posgrado en la Universidad Nacional de La Rioja